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Esa descalificación, como afirma Antonio Caballero en su columna de Semana, seguramente ni siquiera debió captar la atención de los lores y los comunes, pero en Colombia desató una tormenta, sobre todo entre quienes creen que santos metió la pata.

Para el mismo Caballero, el Presidente “rompió la regla no escrita según la cual los altos funcionarios no discuten en el extranjero los problemas internos: y denunció casi con nombre propio, el del gerente de la campaña por el No, la ‘estrategia de desinformación y mentiras’ que llevó a los partidarios del No en el plebiscito a ganar por un pelo en las urnas”.

Darío Arizmendi, director de ‘6AM Hoy por Hoy’, sostuvo que fue “una metida de pata monumental”, porque “dice el refranero popular que la ropa sucia se lava en casa. Y lo que dijo realmente a los medios británicos el presidente es inadmisible. Es inadmisible para un jefe de Estado y es inadmisible para un Premio Nobel de paz. Decir allá, en el escenario más inapropiado, que el ‘no’ ganó por las mentiras y la desinformación es agredir, es innecesario; es, cuando menos, una imprudencia”.

Enfatizó en que eso no se dice allá. “Es un escenario para otro tipo de presentaciones, una presentación positiva, generosa, que correspondería a un Nobel de Paz. Pero no un Presidente camorrero. Se le sale a Santos esa condición que no le viene bien y que no habla bien. Innecesariamente es un palo a las ruedas del diálogo con los del ‘no’. ¿Para qué embarrarla de esa manera? ¡No puede ser!”.

Caballero, sin embargo, critica a los del ‘no’ el no haberse indignado por otras mentiras que dijeron Isabel II y el presidente Santos, relacionadas con la supuesta ayuda inglesa a Bolívar en la gesta libertadora. “Se indignaron porque en un discurso protocolario, de esos que han sido diseñados desde siempre para decir mentiras amables, Santos hubiera incluido una verdad incómoda”.

Se refiere al hecho de que del brindis de la reina de Inglaterra al presidente de Colombia no se deduce que hace 200 años el gobierno inglés no se hubiera puesto del lado de la independencia que proponía Simón Bolívar, “pero sí se deduce que los actuales gobiernos de turno de Isabel II –el de David Cameron, el todavía incipiente de Theresa May– están del lado de la paz con las guerrillas firmada en Colombia por Juan Manuel Santos. Y ese detalle de la política internacional constituye una derrota para la médula de la política local de los indignados campeones del No. Muestra que los subversivos –y Bolívar ya lo era cuando viajó a Londres a pedir respaldo, y mucho más aún, un guerrillero en armas, cuando sus enviados fueron allá a reclutar veteranos de las guerras napoleónicas y a comprar fusiles de segunda mano– acaban por volverse presentables”.

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