A uno, cuando es pequeño, le alistan el costal y lo acuestan;  cuando es grande, se acurruca y lo engargolan en la polea, cogen el freno y lo botan…”, dice con absoluta inocencia Johan Norbey Trujillo, un niño de apenas 8 años de edad, que toda su vida ha estado, literalmente, colgado de un cable.

El programa Los Informantes llegó hasta la vereda Los Pinos en Acacías, Meta, en donde para cruzar el cañón de Río Negro, en los límites con Cundinamarca, las familias tienen que armarse de valor, acomodarse a las circunstancias y saltar al vacío para llegar “al otro lado del mundo”.

Cuando yo miro el río y esos montes me da miedo” admite Yeremin Steven Alfonso, de 9 años, que sueña con que algún día el cable pueda contar con una canasta o un motor que ayude a frenar el descenso sobre el río y evitar estrellarse contra la montaña.

Captura de pantalla Los Informantes

La pasada por el cable es muy bonita…usted siente vacíos, pero no tanto. Es normal la pasada del cable” comenta el niño a quien si le dan a escoger entre caminar más de 3 horas por la ladera de la montaña o cruzar por el cable, escogería siempre la última opción.

Son 14 cables los que están instalados a lado y lado del desfiladero. Tienen en promedio un kilómetro y medio de extensión y fueron tensados por los mismos campesinos para acortar el tiempo y la distancia que hay entre sus casas y la carretera que conecta a Bogotá con Villavicencio.

Pantallazo Los Informantes

Los niños lo hacen para estudiar en la única escuela rural que existe en la vereda. Ninguno de ellos puede renunciar a hacerlo porque eso implicaría el cierre del centro educativo que para funcionar, necesita que los 5 niños de la vereda crucen ‘volando’ el desfiladero.

En caso de cerrarse la escuela o que se nos retire un niño sería muy grave, porque ya perderíamos las esperanzas de volver a abrirla en mucho tiempo…” sostuvo  Duberney Castillo, director rural de la vereda Los Pinos.

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