En una revisión de los columnistas de los principales diarios del país, llama la atención que quienes se refieren al atentado terrorista del sábado pasado critican la actitud de los uribistas pues “polariza” políticamente más al país. No se evidencia alguna columna que destaque a esa colectividad o a su líder, el senador Álvaro Uribe, en relación con el ataque que dejó tres mujeres muertas.

Calvás sostiene en su columna que, a diferencia de la frase que usa con frecuencia Uribe (“amor por Colombia”), lo que ha hecho el Centro Democrático es una demostración de “odio por Colombia”, y reseña los trinos del representante Álvaro Hernán Prada, que dijo que por el atentado Colombia no debería esperar las elecciones y que los colombianos deberían salir a las calles a pedir el fin del gobierno de Santos, y el del propio Uribe que difundió la sensación de miedo que expresó un comerciante.

“No. Eso no es amor por Colombia. Eso es odio. Es odio incitar al golpe de Estado y al alzamiento popular por causa de un atentado terrorista”, dice Calvás. “Es odio aprovecharse de las muertes, el dolor y el terror para alimentar sus huestes y sembrar la desconfianza en los empresarios y el miedo en el espíritu de todos”.

“Amor habría sido invitar a todos los partidos a salir a la calle a rechazar las muertes y la zozobra. Amor por Colombia habría sido superar todas las diferencias para alzar una sola voz contra el terror. Es lo que corresponde en un momento de estos, ese es el verdadero llamado de la nación”, agrega el columnista. “[…] Amor no es recaudar votos con muertes, pero, aparentemente, para algunos pesa más la política que el amor”.

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Darío Arizmendi, director de ‘6 AM Hoy por Hoy’ de Caracol Radio, llama la atención sobre el hecho de que el atentado terrorista se cometió en la víspera de la semana en que las Farc completarán el proceso de dejación de armas. “Eso tiene un simbolismo, en mi opinión”, dijo, y también recordó que ocurre cuando el Congreso entra en la recta final de la definición de la ley estatutaria de la Justicia Especial de Paz.

“Eso tiene un simbolismo —insistió—, por parte de algún grupúsculo o sector, no sé de qué tamaño, de la sociedad colombiana, que se ha opuesto siempre a que haya un acuerdo de paz, y que se ha opuesto a este en particular. […] Y que nadie venga descaradamente, alevosamente, a sacar réditos políticos y a mezclar peras con manzanas y a pedir que esto está mal manejado por el Gobierno”.

“[…] Es que esto tiene los ingredientes de que fue un grupo muy organizado que tenía un objetivo muy claro, y es volcar en contra de los acuerdos de paz a la opinión pública colombiana. Eso es lo que no podemos permitir bajo ninguna coyuntura, bajo ninguna circunstancia”, siguió Arizmendi.

En su editorial, El País, de Cali, también toca el tema y hace un llamado para “unir a los colombianos, pasando por alto las diferencias políticas y los intereses electoreros”, y recuerda que, en su larga historia de ataques terroristas, el país ha aprendido que “lo indispensable” es “la unión y la solidaridad”.

Por eso, también llama a hacer una pausa “en la polarización política y se piense ante todo en el interés nacional, en encontrar la verdad y los autores del atentado”. Añade que, por supuesto, “no se trata de cerrar filas alrededor de los partidos, del Gobierno o de la oposición, sino de demostrar que el país político y el país nacional no aceptan el terrorismo y están dispuestos a hacer lo necesario para impedir su macabro accionar”.

En su columna de El Nuevo Siglo, Hugo Quintero B. sostiene que “el verdadero talante de la gente no se conoce sino en las crisis. Y lo que ha demostrado el atentado del sábado es que algunos dirigentes colombianos están hechos del peor material posible”.

“Sujetos como un parlamentario del CD de apellido Prada o auto exiliados en Miami a donde huían de la justicia no se les ocurrió otra cosa sino aprovechar el dolor de las víctimas y la natural indignación colectiva para dirigir la rabia contra el Presidente de la República para ‘sacarlo ya’”, dice este columnista. “[…] Salen ahora a pararse sobre los cadáveres de las víctimas del terrorismo en el Centro Andino para intentar obtener réditos políticos. ¡Qué bajeza!”.

Claro que Quintero también critica la posición de la extrema izquierda: “Ahí estaban muchos de esa ala ideológica negando su solidaridad, porque no han sentido la misma frente al exterminio sistemático de dirigentes sociales. Puede que tengan razón en la causa, pero se equivocan en la consecuencia. ¿Dónde está la altura moral que los legitima para ser alternativa de poder?”, se pregunta.

El editorial de El Nuevo Día, de Ibagué, califica de “triste” lo sucedido: “[…] En lugar de convertirse en motivo de unidad y solidaridad por los colombianos, y en especial de los líderes de opinión del país, el odio y el afán de aprovechar políticamente la tragedia para culpar a unos o a otros se apoderaron de la situación”, lamenta el escrito. “Congresistas del Centro Democrático, al igual que Marta Lucía Ramírez, se pegaron de lo sucedido para atacar al Gobierno nacional por la supuesta falta de autoridad”.

Y menciona a varios periodistas que, “quizá con ligereza y falta de mesura”, señalaron “prontamente culpables a través de Twitter y sin tener prueba alguna”. Entre ellos, están Gustavo Bolívar y Gonzalo Guillén, que, según este medio, culparon a uribismo; Salud Hernández, que culpó al Eln, y Ricardo Puentes Melo, que “tuvo la osadía de sugerir que la joven francesa muerta tenía algo que ver con el atentado, según él, porque trabajaba en una ONG y recién había llegado de conocer Cuba. ¡Cuánta irresponsabilidad!”.

Otro que hace un llamado a la unión en este momento es Nelson Germán Sánchez en su columna también de El Nuevo Día. “No es este el momento para volver ese un tema de debate entre centro, izquierda o derecha ideológica; a ningún espectro político ni a ninguno de sus representantes o voceros públicos debemos los colombianos atender en este momento a menos que no sea porque estos hacen un llamado a la unidad, a conformar un frente común y rechazar de forma unánime tales barbaries”, dice.

“Hacerlo sería mezquino, bajo, un comportamiento altamente oportunista frente al dolor de esas familias que hoy sufren la pérdida de seres queridos y de amigos, por el vil atentado”, agrega.

En El Espectador, Aura Lucía Mera escribe, por su parte: “Siento que me dominan las arcadas de una náusea seca. Quisiera expulsar todo el asco y el rechazo que me enferman el alma cuando leo las posverdades que incitan al odio, que siembran el miedo, que señalan a los ‘malos’ y se autodenominan ‘salvadores’ que están manipulando, en nombre de Cristo, una violencia pseudorreligiosa, peligrosa y manipuladora”.