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Gil asegura en su columna que los medios, “por bien intencionados que sean, reaccionan a los ratings”, y critica la actitud de algunos de ellos que se negaron inicialmente a publicar la identidad del presunto responsable, Rafael Uribe Noguera, “aun cuando ya era de conocimiento público, y luego publicaron el registro visual de la captura en una sala de hospital. Eso no muestra más que la oscilación de un exceso al otro”.

Advierte que la revelación del nombre del asaltante de Yuliana “permitió una reacción popular de impacto preventivo para impedir las argucias jurídicas”. “No podemos permitir que el homicidio se convierta en entretenimiento”, insiste, pero admite que la movilización provocada por los medios “sirvió para enviar mensajes de seguimiento” a la Fiscalía y “de acompañamiento” a los familiares de la víctima.

Recomienda a los directores de medios “respirar hondo para no dejarse llevar por las demandas de una opinión enardecida”, y que sopesen, caso por caso y paso a paso, el derecho a la información ante el derecho a la justicia. “No se trata de proponer la autocensura sino el autocontrol para que se proteja el interés público, más allá del interés del público”.

Para Escobar, en cambio, el cubrimiento de los medios fue definitivamente “amarillista” y “perverso”, y pone como ejemplo de eso la lectura, en vivo, de la orden de captura y los cargos contra Uribe Noguera. Atribuye (en su columna de El País) el hecho de que algunos periodistas silenciaron inicialmente el nombre de Uribe Noguera a la intención de “protegerlo”.

Descalifica que, “tal vez por pura perplejidad, o una mezcla de perplejidad con amarillismo”, se haya contado repetidamente que Uribe Noguera salió del Gimnasio Moderno, que estudió en la Javeriana, que es adinerado y que su hermano era un prestante abogado de Brigard y Urrutia, uno de los bufets más poderosos de la capital.

Esta columnista ve un comportamiento cíclico de este tipo de violencia en Colombia, siempre con el componente mediático: “Una y otra vez pasamos por lo mismo. Un caso terrorífico, sanguinario y cruel, luego la indignación, el amarillismo, siempre exaltada desde la prensa, el ánimo vengativo, las declaraciones de castigos, las amenazas, la petición de pena de muerte o cadena perpetua […]”.

Lamenta que, con el paso del tiempo, al final no ocurre nunca nada “porque no somos una ciudadanía comprometida con soluciones estructurales, con cambios en la institucionalidad y en la cultura”.

El diario La Opinión, de Cúcuta, es más contundente en su editorial al calificar la actitud de la prensa en este caso: “La presión de los medios de comunicación impidió que el hombre eludiera la Justicia”.

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