Otra característica que se convierte en común denominador de estos crímenes, establecida por el impreso capitalino, es que muchas de esas víctimas eran jóvenes y campesinos de bajos recursos.

En ese sentido, El Espectador publicó 10 de los crímenes más aberrantes que sirvieron para condecorar militares, inflar cifras de bajas o, simplemente, premiar con días de descanso a los soldados.

Jorge Luis Villanueva López (6 de novimebre de 2007, Guatapurí – Cesar)

“Tropas del batallón La Popa de Valledupar reportaron un enfrentamiento con un supuesto guerrillero. Años después se supo que era un hombre con un largo historial de problemas (de salud) que, según su madre, ‘sufría enfermedades mentales, consumía drogas y perdía el control’. Dos meses y medio antes de haber sido asesinado estuvo en un centro de rehabilitación.

Sin embargo, lo hicieron pasar como un miembro del frente 59 de las Farc (…)  La investigación demostró que era un hombre bipolar, que jamás disparó un arma y que su único pecado era ser un habitante de la calle al que le gustaban las drogas”.

José María Valencia Morales (10 de abril de 2010, El Peñol – Antioquia)

“El Ejército lo asesinó. Quisieron simular un combate y le plantaron una escopeta hechiza que habían comprado los uniformados la noche anterior”. También, le “pusieron una granada de fragmentación. Lo acusaron de intentar dinamitar un puente (…) En su historia clínica quedó registrado que muy niño se cayó del techo de su casa y quedó con problemas mentales (…) Lo disfrazaron de subversivo e, incluso, hicieron una vaca para comprar el arma (…) Para fingir un enfrentamiento, el suboficial Jhonatan Ortiz disparó un changón ‘con la mano del muerto para que quedara impregnada de pólvora’”.

Fabio Nelson Rodríguez (18 de marzo de 2005 vereda Llanos de Urarco, en Buriticá – Antioquia)

“(…) Ese día, lo interceptaron miembros del Ejército que al llenar los papeleos de su muerte dejaron escrito que en la llamada Operación Medusa había caído un ayudante de la guerrilla (…) Su hermana María Ernestina logró hablar con el comandante del Ejército en esa región. Le dijeron que todo estaba bien, que Fabio, quien no podía ni hablar ni oír, estaría de regreso pronto. Su familia lo esperó en vano por quince días. Hasta que al fin apareció en un anfiteatro de Medellín”.

Roger Acero Hernández (24 de febrero de 2009 Aguazul – Casanare) 

“Desconocidos llegaron a su casa y lo montaron en una moto. Hicieron maromas para llevárselo porque tenía osteoporosis y dificultades para moverse. Tres días después, el pelotón Guerrero Tres del batallón de Infantería número 44 reportó la muerte de dos N.N. en la vereda La Graciela de Aguazul. Pronto se descubrió que se trataba de un asesinato de lesa humanidad.

El Juzgado Tercero de Yopal, en junio de 2014, condenó a 15 oficiales y suboficiales que hicieron pasar a este joven de 23 años como un subversivo de la peor laya. El Ejército se vio obligado a pedir perdón por esta grave ofensa contra la humanidad…”.

Luis Carlos Zuluaga (Guarne – Antioquia)

“Tenía epilepsia y, sin embargo, lo hicieron pasar como un asesino (…) Hombres del Ejército lo asesinaron a sangre fría. Para la historia oficial de la guerra, en la llamada Operación Espartaco, desarrollada en Cocorná, cayó un guerrillero más en la ya larga lista de subversivos dados de baja en 54 años de guerra.

Sin embargo, se supo después que lo uniformaron con un camuflado, que le plantaron armas y lo hicieron pasar como un insurgente del Eln (…) Luis Carlos solía ganarse la vida, a pesar de sus ataques, vendiendo cigarrillos y chicles en el centro de Cocorná”.

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Fair Leonardo, el de Soacha (9 de enero de 2008, en Ocaña (N. de Santander)

“(…) Se lo llevaron asegurándole que tendría trabajo y dinero a manos llenas (…) Le quitaron su celular y lo incomunicaron. Dos días después, según actas del Ejército, lo interceptaron miembros del pelotón Búfalo y 24 horas después fue reportado un hombre sin identificar que sería sepultado como N.N.

Ocho meses después, salió a relucir su identidad y su nombre, junto con el de otros once muchachos asesinados vilmente por las balas del Estado. Un hecho que abrió la cloaca de los falsos positivos. A Fair le plantaron un arma en la mano derecha, ignorando que era zurdo y que tenía la edad mental de un niño de 10 años…”.

Ebin David Paternina.

“(…) Ebin David Paternina desapareció el 8 de agosto de 2007. Se fue persiguiendo a unos fulanos que le habían ofrecido trabajo en unas fincas en las entrañas del Nudo de Paramillo. Hoy se sabe que los reclutadores del Ejército recibieron $150 mil por los cantos de sirena que lo llevaron al cadalso. Paternina fue ultimado por las Fuerzas Militares. Lo enterraron sin nombre. Tenía retraso mental. Andrés Pacheco, el reclutador de marras, fue condenado a 34 años de prisión”:

 Heliberto Guerra (29 de marzo de 1997 Apartadó – Antioquia)

“Fue asesinado por tropas del Ejército en conjunto con paramilitares. En aquel entonces, según su historia clínica, recogía la cosecha de yuca a pesar de sus desórdenes mentales. Su cuerpo fue hallado con prendas militares.

La tragedia de su familia apenas comenzaba. En el hospital de Apartadó les pidieron $300 mil para entregarles el cadáver y les advirtieron que si lo reclamaban tendrían problemas con el retén militar que estaba a escasos metros del centro de salud. La familia, sin un peso, tuvo que resignarse a que Heliberto fuera enterrado como un N.N. más…”.

Luis Francisco Pamplona (16 de diciembre de 2007)

“(…) Las fuerzas castrenses reportaron la incautación de una pistola y la muerte de un supuesto bandido que acusaron de asaltante de tractomulas en Antioquia. La Fiscalía estableció que aquel señalado ladrón era un sordomudo sin mayor vuelo al que relacionaron con bandas criminales. En los reportes oficiales de las autoridades se advirtió que Pamplona había sido dado de baja mientras empuñaba un arma en su mano derecha. Era zurdo (…)”.

Gonzalo de Jesús Agudelo (Campamento – Antioquia)

“Sobre una cancha de fútbol, tropas del Ejército colocaron los cuerpos de tres campesinos del sector. Los militares le dijeron a la comunidad, que se acercaba aterrada al campo, que se trataba de guerrilleros del frente 36 de las Farc. Hasta allí llegó la familia de Gonzalo, uno de los supuestos subversivos, para identificar a su familiar. Pero el Ejército no los dejó acercarse. Los enterraron como N.N.

Años después se supo que los supuestos guerrilleros heridos en combate eran en realidad corteros de caña inocentes y que uno de ellos, Gonzalo de Jesús Agudelo, había perdido uno de sus brazos cuando era niño (…)”.

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Aunque por estos diez casos, tomados de una investigación de El Espectador, hubo condenas a militares involucrados; como se lee en varios boletines de la Fiscalía, lo cierto que los altos mandos que aparentemente dieron la orden para ejecutar estas operaciones siguen enredando los procesos para dilatar las investigaciones.

Por eso, indica el impreso, el coronel (r) Róbinson González del Río, que purga una condena de más de 30 años de cárcel por varias ejecuciones, aseguró que el general en retiro Mario Montoya Uribe les pedía “ríos de sangre”.

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