Cada vez que hay un crimen contra un niño o una niña, en cualquier parte del país, la opinión pública se moviliza, porque hay que hacerlo, porque la indignación es grande y contenerla abre otras heridas que, de otra manera, jamás cicatrizarían.

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Coincidencialmente, el diario El Espectador y el programa Los Informantes dedican un espacio a reflexionar sobre este fenómeno violento y repudiable, que afecta principalmente a menores de entre los 10 y los 14 años, siendo las niñas, las víctimas más recurrentes.

Las cifras proporcionadas por Medicina Legal, y que han sido ampliamente divulgadas por los medios sin mayor debate estatal, indican que en 2016 esa entidad registró cerca de 18.000 valoraciones forenses por denuncias de violencia sexual, y que en lo que va del año, las valoraciones ya superan los 4.315 casos.

¿Qué es lo que está pasando? La descomposición social ha resumido en la población más vulnerable, menos protegida y valorada de todas, su peor versión, la más abominable, la menos tratada de todas.

Hay una creencia de que la violencia sexual o la violencia contra los niños solo se da en los estratos bajos y no en los altos, y qué mentira tan grande y qué creencia tan falsa”, dijo Cristina Plazas, directora del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Icbf) a la Nena Arrázola, periodista del programa Los Informantes.

Por su parte, la periodista de El Espectador Gladys Edith Niampira ha descrito, de una forma ejemplar, cómo el aparato estatal ha permitido que este mal avance sin control, sin prevención y en medio de discusiones improductivas sobre los castigos y el discurso legal de las penas impuestas a los abusadores, violadores y asesinos de niños y mujeres en Colombia.

Estamos frente a una sociedad desbordada en mal, construida poco a poco con malas legislaciones, malas decisiones, malas políticas educativas, alimentarias, abandono y corrupción, el caldo de cultivo perfecto para mentes asesinas de esta naturaleza. La vienen inventando nuestros dirigentes, los legisladores, los jueces que nunca se han ocupado con disciplina de la vulnerabilidad de mujeres y menores, en un país sitiado por la inseguridad y los demenciales actos de los asesinos. Necesitamos representantes del Estado, en lo posible con alma, que se ocupen de manera efectiva del problema”, apunta Niampira.

Y añade:

Los responsables de esta práctica social sí se pueden señalar, son los representantes del Estado con su indiferencia e ineficiencia, y es el asesino, que comete el crimen que esa indiferencia y esas malas políticas perpetúan”.

Y tal cual como lo señala Cristina Plazas, muchos de los niños encuentran más peligros en la casa que en la calle, “donde su familia es la encargada de dictarles (a los niños) su propia sentencia de no futuro” porque el 95 % de los casos de abuso y violencia se realiza por parte de alguien muy cercano a los menores.

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