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A su interrogante inicial, el diario bogotano le agrega otros más con los cuales interpreta el sentir de los ciudadanos, a propósito de lo que pasó en la capital este 14 de marzo.

“¿Con qué derecho [los taxistas] deciden impedir que una persona pueda movilizarse libremente por ella? ¿Quién los invistió de facultades para atropellar a sus similares y destruir sus vehículos? ¿De cuándo acá sus derechos son más importantes que los de la mayoría de los ciudadanos?”, continúa preguntando El Tiempo.

Y responde con energía que nadie les otorgó tales poderes. “Ellos se los tomaron porque saben que bastan unos cuantos para bloquear una vía y formar el caos, porque consideran que así se harán escuchar, porque creen que es la única forma en que prestarán atención a sus demandas”.

El diario capitalino también conmina a la ciudad y a sus autoridades, pues considera que no deben ignorarse ni dejar de condenarse las acciones de los taxistas, a los que llama “energúmenos”, y exige que caiga “el peso de la ley” sobre quienes por casi un día “se sintieron amos y señores de la ciudad”.

“Viendo lo sucedido […] en Bogotá y los hechos recientes en Medellín, la reacción violenta de muchos taxistas contra la existencia misma de esas plataformas, como Uber, o peor aún, la acción directa contra vehículos, conductores y pasajeros, no es una simple manifestación de inconformidad, sino la decisión de incurrir en conductas tipificadas en el Código Penal”, plantea, por su parte, El Colombiano en su editorial.

Ese medio advierte que si bien hay muchas reivindicaciones que los taxistas podrán hacer oír “de forma más inteligente que acudiendo a vías de hecho y la intimidación física”, hay unas nuevas realidades tecnológicas que no tienen “vuelta atrás”.

“Siendo los taxis, como son, tan importantes para la vida cotidiana, es necesario que haya una profunda reflexión de sus dirigentes, conductores e inversionistas, porque no va a ser amedrentando a la sociedad, ni agrediendo pasajeros ni dañando los vehículos de otros conductores como van a evitar que la gente se incline cada vez más por otro tipo de prestadores del servicio”, agrega El Colombiano.

Y remata: “Lo que no puede aceptarse, de ninguna manera, es el chantaje por la vía de la fuerza. A ese paso el sector del taxi será estigmatizado y percibido más como un parapoder que como un servicio público”.

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