Aquí está el texto completo:

Cosas que me gustaría hacer:

Ir a Barranquilla, ver el partido de Colombia con Brasil, olvidarme de todo, soltar diez o veinte o treinta hijueputazos y después, gane o pierda la Selección, tomarme tres cervezas a la salida del estadio y hablar mierda y especular tranquilamente sobre lo que fue y pudo haber sido.

Salir a caminar por la carrera séptima, llegar hasta la calle 70, bajar por Quinta Camacho hasta la librería Sanlibrario, comprar dos libros viejos, devolverme caminando, pensando en los problemas y las inclemencias del día, llegar a la casa, acariciar los libros, leerlos a medias, ubicarlos en la biblioteca y sentir que, desde allí, desde lejos, como si irradiaran algo, me hacen feliz.

Abrir el periódico, escoger una película al azar, cualquiera, ojalá desconocida, sin grandes estrellas, llamar a mi esposa, encontrarnos y entrar a cine, ver la película, salir a tomarnos un café y hablar sobre la vida, sobre los hijos que siempre nos sorprenden, sobre la tragicomedia de las oficinas y sobre las películas que hemos visto y las otras tantas que hemos dejado de ver.

El artículo continúa abajo

Salir al parque con Tomás y hablar, cogidos de la mano, dando vueltas y vueltas, sobre los temas de siempre, la raza del próximo perro, la indiferencia de los gatos (casi como la del universo), la inutilidad de las tareas y los video juegos que son como la vida.

Salir de la casa con mi esposa ya tardecito, dar la vuelta a la esquina, entrar al restaurante italiano, sentarnos en una mesa, pero no frente a frente sino del mismo lado, pedir una botella de vino, cualquiera, y brindar porque estamos juntos y porque estar juntos es suficiente para brindar y brindar”.