La estructura era dirigida por Orlando Porras, un individuo que registraba al menos 8 entradas a la cárcel por el delito de falsificación de moneda nacional y extranjera, y que pertenece a una tercera generación de falsificadores del Valle del Cauca, destaca Semana.

Las veces que estuvo en prisión le sirvieron para sacar ventaja del sistema judicial colombiano. Literalmente, no le temía ir a la cárcel porque podía salir de ahí en 2 años, aceptando cargos y con estudio, para retomar sus actividades delictivas.

En una de las comunas de Medellín, Porras y sus secuaces (10 personas en total)  ubicaron 4 casas en donde montaron la red de fabricación y distribución de papel moneda. El dinero era transportado y distribuido entre otras organizaciones criminales.

A Porras lo seguían en Colombia hombres del Servicio Secreto de Estados Unidos luego de que se ubicaran dólares falsos en el estado de Florida que correspondían a la manufactura de los billetes que él y sus socios producían en sofisticadas planchas de impresión.

Sin embargo, el sujeto demostró tener una habilidad especial para burlar a las autoridades. Cambiaba de celular permanentemente, así como de lugar de residencia, o subía y bajaba del transporte público para esquivar el seguimiento de los hombres de la Dijín.

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No obstante, luego de un año y medio de investigación de campo, inteligencia técnica y a información obtenida de fuentes humanas, Porras fue finalmente capturado y esta vez por cometer delitos federales en Estados Unidos.

Hacer un billete de 50.000 pesos les costaba 1.000 pesos en materiales. Vendían a otras bandas cada uno de esos billetes falsos en 8.000 pesos, y cada billete de 100 dólares en 25.000 pesos. Esto les dejaba ganancias mensuales de 500 millones de pesos”, indicó a la revista el general Jorge Luis Vargas, director de la Dijín.