Ellos, con sus trajes grises y gorras naranja, recorrieron los corredores que se armaron entre los cuadrantes en los que ubicaron a más de un millón de feligreses que le cumplieron la cita al obispo de Roma, que llegó con retraso a “la ciudad de la eterna primavera” por el mal tiempo.

Édgar Arley López, uno de los “privilegiados”, pasó de barrer las calles de barriadas como Fátima y Belén a escuchar, mientras recogía residuos, el mensaje de un “papa sencillo y transparente”, que invita a no estigmatizar las labores más humildes.

“Casi nadie valora este trabajo, nos ven como algo menor, pero yo me siento orgulloso porque el mismo papa da un mensaje de igualdad que me fortalece”, expresó a Efe Arley, vinculado hace seis años con Empresas Varias de Medellín (Emvarias), encargada del aseo de la ciudad.

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Él, al igual que los compañeros que colgaban de los dos camiones que en determinados momentos circularon entre cuadrantes abarrotados de feligreses, se mostró complacido con escuchar las palabras que el sumo pontífice entregó en una urbe que dejó atrás un pasado violento.

“Francisco es un papa frentero, parado en la raya, como decimos en Medellín”, agregó mientras apilaba botellas en bolsas.

Según el relato de Adiela Ochoa, otra “escobita” de la ciudad, el miércoles, además de confirmarle que tendría que recoger desechos y reciclar por más de 12 horas, con la frase “le tocó el evento del papa”, su jefe le alegró la semana.

“Soy muy creyente y estoy muy feliz; nunca voy a olvidar este día”, expresó la antioqueña, y confesó que su idea siempre fue “irme acercando” a la tarima, mientras recogía grandes cantidades de basura, para recibir de cerca “su bendición”.

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Con más aplomo habló Consuelo Salazar, una recolectora de residuos que por su temperamento fuerte cumplió con eso de “no soltar lágrima”, aunque fue “indescriptible” lo que vivió en un día muy agitado, pero lleno de “recompensas”.

A las de la mañana inició con más de un centenar de compañeros las labores, en medio de la lluvia y el fervor de la multitud en la eucaristía.

Allí, además de cumplir con la misión de mantener limpio el escenario, realzado por el bello canto de los integrantes de la Red de Escuelas de Música de Medellín, subrayó que entendió que esta experiencia “no se debe quedar solo en palabras”.

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“No es solo venir a trasnochar y rezar. La paz debe estar en el corazón de cada persona para que nazcan valores que sembremos en nuestros hijos”, dijo Salazar.

Los tres “escobitas”, en medio de la reflexiva homilía del santo padre sobre el servicio, coincidieron en que con su trabajo “ponemos un grano de arena. Lo que hacemos es otra manera de servir”.

EFE