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Frente a las acciones violentas y delincuenciales de las barras bravas, el Estado, la Dimayor y los equipos de fútbol solo les limitan el ingreso a los estadios, les hacen llamados de atención públicos, ponen multas y los reprenden como si fueran sus hijos, critica Acero Velásquez en su columna.

Recuerda, entre otras cosas, que “algunas temibles barras nacieron financiadas por los líderes del narcotráfico, por Pablo Escobar en el caso de Nacional; los Rodríguez Orejuela, con el América; Rodríguez Gacha, con Millonarios, y pequeños capos con otros equipos”.

En estos conceptos, Acero Velásquez se aproxima a lo que escribió a comienzos de este mes Boris del Campo Marín en El Espectador, en donde dice que las barrabravas de Millonarios “ofician de grupo paramilitar apoyado por la Policía”.

También a lo que dijo hace una semana Gabriel Meluk en El Tiempo: “La generalidad de las barras bravas es un submundo de puñaletas, pistolas, microtráfico, robos, reventa de boletas, intimidación, cobros, peajes y muerte. Una mafia real. Por eso, la lucha contra ese imperio criminal en el fútbol colombiano debe ser frontal y sin cuartel”.

Para Acero Velásquez, muchos de los integrantes de esas barras no resistirían la revisión de antecedentes penales, y seguramente por esto es que no quieren que los identifiquen y carneticen.

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