Los defensores del expresidente y hoy senador del Centro Democrático han achacado la decisión del alto tribunal a esa presunta amenaza, y hasta el candidato uribista a la presidencia, Iván Duque, resumió esa idea en una hipótesis suya: la decisión de la Corte sobre su jefe político obedece a un acuerdo entre el Gobierno de Colombia y las Farc.

Uribe mismo, en una propaganda política para promover a sus candidatos al Congreso en las elecciones de este 11 de marzo, advierte a los colombianos sobre el riesgo que corre Colombia de convertirse en Venezuela.

Al margen de las arengas políticas, tres columnistas se refirieron esta semana al término ‘castro-chavismo’. El primero fue Alberto Valencia Gutiérrez, en una columna en El País, de Cali, en la que escribió que “algunos grupos políticos están convencidos de que las elecciones de este año son una réplica del plebiscito del 2 de octubre de 2016, cuando las mentiras y los temores fueron los que movieron a una porción significativa del electorado a votar por el No al acuerdo de paz”.

Agrega que con esta certeza “buscan audiencia en una población incauta que cree en infundios como el ‘castro-chavismo’, una posibilidad que está excluida de las condiciones de este país (carente de una renta petrolera y de una tradición militarista como la de Venezuela), y que ningún grupo sensato, por izquierdista que sea, estaría dispuesto a promover, teniendo en cuenta la hecatombe del vecino país”.

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“Pero eso da votos —advierte Valencia Gutiérrez—. Eso asusta a la gente aunque carezca de fundamento. Y de lo que se trata es de llegar al poder no importa cómo. Para varios sectores políticos, así parezca increíble, el hecho de que las Farc no existan es algo inconcebible e inaceptable y, por consiguiente, hay que ‘recrear el monstruo’ para que siga produciendo terror y la gente vote por ellos como garantía de su seguridad”.

Al día siguiente, Sara Tufano escribió una columna en El Tiempo que si la derecha usa como principal estrategia electoral la crisis venezolana y la amenaza “castrochavista” es la más clara “manifestación de la pobreza y fracaso de su discurso”, y agrega que “la discusión alrededor de ese término no puede sino resultar estéril”.

Según Tufano, lo más importante para la derecha es ese concepto “tenga un efecto visual; que sirva como una fotografía de lo que los medios colombianos transmiten sobre la crisis venezolana: familias queriendo huir del país, niños con hambre escarbando en las basuras, estantes de los supermercados vacíos, largas filas, inseguridad ciudadana, entre otras imágenes”, lo cual califica como “manipulación del dolor y miseria de un pueblo hermano, como si no bastara con la pobreza de nuestro propio país y con la manipulación mediática que vivimos a diario”.

Además, explica que el término ‘castro-chavismo’ sigue “careciendo de lógica”, así algunos hayan afirmado que el ‘castro-chavismo’ “sí existe, pues ¿quién puede negar la existencia de Fidel Castro (castrismo) y Hugo Chávez (chavismo)?”. Y precisa: “Tanto el castrismo como el chavismo hacen referencia a la ideología política de Fidel Castro y de Hugo Chávez, mas no al aspecto económico o político, que en ambos casos es el socialismo”.

Pero precisa que el concepto ‘castrismo’ se emplea “sobre todo de forma despectiva”, y que en su origen se relaciona con la “teoría del foco” en la táctica de lucha guerrillera que, “tras el triunfo de la Revolución cubana (1959), consideraba posible exportar la revolución en un país, a través de un “foco” o pequeño grupo guerrillero, sin que las condiciones estuvieran dadas para ello”.

Del ‘chavismo’, aclara que no es una táctica militar que se pueda exportar como el ‘castrismo’, sino “una ideología que combina varios de los intereses de la ‘nueva izquierda’ posterior a 1989. Es una reevaluación de las doctrinas y de las estrategias de la izquierda desde el inicio del siglo XX”.

Por eso, concluye Tufano, unir el ‘castrismo’ con el ‘chavismo’ “como si fuera una fórmula matemática denota un completo desconocimiento de la historia del ciclo político inaugurado por la Revolución francesa (1789), la Revolución rusa (1917) o la insurrección de Budapest (1956), según las periodizaciones más usadas”.

Y este viernes, en El Colombiano, Carlos Daniel Corredor, estudiante de séptimo semestre de Ciencia Política en la Universidad Nacional, escribe una columna en la que aterriza el término ‘castro-chavismo’ y plantea, de manera pragmática que “tal vez, el problema de los colombianos es que seguimos pensando que los políticos terratenientes son los que pueden decidir hasta cómo podemos pensar y de qué manera debemos accionar la mente en nuestro país”.

“Ya es momento de bofetear los conceptos falsos e inexistentes que resucitan líderes latinoamericanos que no tienen nada que ver con las desgracias de nuestra tierra. Ya es hora de respirar aires menos testaferros y más equitativos”, dice.