“¡Los maestros no se humillan, carajo!”, gritaban las docentes mientras se aproximaban al piquete de policías, ataviados con sus conocidos cascos, armaduras y escudos, siempre dispuestos a enfrentar arremetidas violentas.

Pero ellas se les abalanzaron con los brazos extendidos y los abrazaron, ante la sorpresa de los uniformados, que no opusieron ninguna resistencia al gesto afectivo de las profesoras.

A algunos, incluso, se les escaparon unas sonrisas, y otros hasta llegaron a intentar un abrazo a manera de respuesta.

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“¡Viva el paro del magisterio colombiano!”, continuaban arengando a la vez que cambiaban de uniformado para abrazar. “¡Viva! ¡Viva! ¡Viva!”, respondían.