El concepto fue de la abogada Luz Stella Boada, de la Secretaría de Gobierno de Bogotá, según el cual a Rosa Elvira Cely la violó, la empaló y a mató Javier Velasco hace cuatro años porque ella misma lo propició.

Pero ese concepto no surge “de ninguna teoría jurídica ni de profundas elucubraciones legales”, advierte Sergio Ocampo Madrid en su columna de El Tiempo, “sino de un fenómeno social y cultural muy profundo: en Colombia, las víctimas se ‘autosuicidan’ o se merecen de alguna manera lo que les pasó. Aquí, toda víctima tiene, en mayor o menor grado, la culpa de su propio destino”.

“Eso parece estar en nuestra médula, como nación”, añade con decepción Ocampo Madrid, y suma otro grado de desesperanza al decir que a ese fenómeno lo refuerza la idea machista que abunda entre quienes creen que la mujer “es propiedad de alguien, que debe ser sojuzgada y castigada y que incluso ese castigo cae en el derecho natural de la familia”.

Por falta de sensibilidad, la sociedad colombiana es “dura, inhumana, incoherente”, y todo eso conduce a que el nuestro sea un país donde “ser secuestrado es más culpa de la víctima que del victimario, donde los campesinos que reclaman tierras son oportunistas, donde a las esposas las golpean porque son muy necias y donde una mujer que termina empalada y muerta es culpable por irse de copas con unos compañeros de estudio”.

El editorial de ese mismo periódico lamenta que la sociedad “parece comprender la importancia de pasar la página del machismo, con todas sus ramificaciones en los más diversos campos de la vida cotidiana”. Por eso considera que el concepto de la abogada Boada “causó auténtico escozor”.

“Que sea este un rasgo arraigado de una cultura en la que el machismo ha sido una constante no justifica que hoy, como lo han denunciado voces conocedoras de la situación, todavía existan funcionarios […] en dependencias como las comisarías de familia que en lugar de amparar sus derechos las revictimizan cuando responden sus solicitudes con argumentos basados en tan perverso axioma”, agrega El Tiempo.

El Espectador, por su parte, también lamenta en su editorial que en la sociedad colombiana abunden los casos “que prejuzgan a las mujeres por cómo están vestidas, por si deciden emborracharse, por las personas que frecuentan, como si alguna de esas circunstancias justificara el horror que muchas tienen que sufrir”.

“Buena parte de este país sigue creyendo que, en efecto, lo malo que les pasa a las mujeres es por no ser ‘buenas señoritas’, y, en una inversión mezquina, que si logran alcanzar triunfos es gracias a motivos ajenos a sus capacidades”, acota este medio.

En ese sentido, también opinó Jotamario Arbeláez en su columna de El País, de Cali, al decir que la violencia contra las mujeres arrecia, “ya sea por violación, por asesinato o por ambas cosas”.

Según Arbeláez, las estadísticas son “brutales” e indignan algunos conceptos que la justifican. “Que se debe a que visten de una manera seductora, que se pasan de coquetas, que estimulan los celos de la pareja, que aceptan ser invitadas sin examinar previamente los antecedentes delictivos del pretendido galán”.

LO ÚLTIMO