En el conmovedor documento de audio hay unos segmentos ininteligibles, pero en él son evidentes varias cosas: la firmeza con que habla Arciniegas al otro lado de la línea, con la claridad conceptual de quien da instrucciones; los sollozos, la pena y el dolor de quienes, en Colombia, escuchaban su despedida; y, lo peor, que permanece en el trasfondo del drama, la tragedia de una familia ocasionada por el error de uno de sus miembros que cayó en los tentáculos del narcotráfico.

También es claro que Arciniegas estaba preocupado por su familia, y en ese sentido le habla a Juan José Herrera, a quien finalmente le ofrece su sentido adiós: “Bueno, que Dios te bendiga, hijo”.

Del audio, cuya deficiente calidad se entiende por las condiciones en que se produjo el contacto, se pueden extraer estas declaraciones de Arciniegas:

Un abrazo […], y adelante.
Mucha lucha y […] por su familia.
Yo me voy con mi corazón […] Yo me voy feliz de […] porque usted cambió totalmente.
Vea, busque a Ismael […].
Juan, Juan: busque a Ismael Enrique […] de parte mía.
Búsquelos y no los abandonen. Denles consejos. Búsquenlos.
Bueno. Me voy. Bueno, que Dios te bendiga, hijo.

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