La policía berlinesa había diseñado un amplio dispositivo de seguridad en torno a la manifestación, con 1.800 agentes y ayuda de estados federados vecinos.

A la marcha en apoyo se sumaron alrededor de 2.000 personas, según las cifras de las fuerzas de seguridad.

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Los manifestantes, la mayoría vestidos de negro y muchos con el rostro cubierto, lanzaron piedras, botellas y petardos a los agentes entre gritos de “Defender Rigaer 94”, la dirección de la casa ocupada, o “Solidaridad contra el terrorismo de Estado”.

El eje de los disturbios fue el barrio de Friedrichshain, donde se encuentra la calle Rigaer y el edificio que ha desatado las revueltas en la capital.

Tras un primer intento de desalojo a finales de junio, se han sucedido los incidentes nocturnos en distintas partes de la ciudad, donde prácticamente cada noche la policía hace balance de vehículos incendiados y de mobiliario urbano destrozado.

A través de internet los ocupantes llamaron a los simpatizantes de su causa a un “julio negro” y en las redes comenzó a circular un vídeo en favor de la manifestación del sábado con duras escenas de enfrentamientos con la policía y coches en llamas.

El conflicto en torno a Rigaer 94, con vigilancia policial desde hace semanas, ha generado también problemas en la coalición de gobierno de Berlín, ya que el alcalde de la ciudad-estado, el socialdemócrata, Michael Müller, ha abogado por el diálogo con los ocupantes, mientras que el responsable de Interior, el conservador Frank Henkel, ha rechazado de plano esa posibilidad.

El movimiento, liderado por grupos ecologistas, feministas o punks, fue muy activo en Berlín oeste en los años ochenta y, con la caída del muro, se extendió a los barrios de Berlín oriental.

Según estimaciones del diario “Berliner Zeitung”, hasta 120 edificios abandonados y vacíos, muchos prácticamente en ruina, fueron ocupados en Berlín este, hasta que en los noventa las autoridades comenzaron a buscar diversas soluciones administrativas con los habitantes de esas viviendas.

Muchos firmaron contratos de alquiler y legalizaron su situación, algunos edificios fueron comprados por cooperativas o fundaciones y otros fueron desalojados.

Según el relato del diario “Berliner Zeitung”, el número 94 de la calle Rigaer fue ocupado en 1999.

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