“Estamos vivos porque (el terremoto) avisó y porque a esas horas la gente estaba en la calle o en otros pueblos trabajando”, dijo Quinta, una vecina de Visso que perdió su casa y que recordó visiblemente conmocionada el momento en que su techo se venía abajo.

La mujer, de avanzada edad, explicó que el miércoles comenzó la secuencia de temblores, con hasta cuatro terremotos en las siguientes horas, el mayor de 5,9 grados en la escala de Richter.

El primer temblor, de 5,4 grados, ocurrió a las 19:11 hora local e hizo que la gente se echara a la calle y se refugiara en sus carros, y a las 21:18 horas llegó el mayor, de 5,9 grados.

Su marido, Enzo, ve con recelo a los periodistas que han llegado a la zona y les recomienda “traer dinero, no preguntas”.


Pero emocionado recuerda cómo vivió el terremoto de 1997 y el del pasado 24 de agosto, que azotó esta misma zona aunque, en esa ocasión, el pueblo de Visso salió menos damnificado.

Pero ahora su pueblo se encuentra muy próximo al epicentro del sismo, junto a otros municipios, como Ussita y Castelsantangelo.

“Este ha sido diferente”, comenta con un visible temblor de manos, al tiempo que apura una naranja del menú distribuido por los militares y los miembros de la Cruz Roja en el campamento para evacuados, en el que se alojan entre 250 y 300 personas.

La casa de Quinta y Enzo está inhabitable, como muchas otras de este pueblo de montaña, pero aseguran que su intención es mirar al futuro con esperanza: “Siempre hacia adelante”, declaran.

Por el momento pasarán la noche en las tiendas ubicadas en el campamento, donde el principal temor es el frío, acrecentado conforme pasa la tarde, y por un viento cortante, así como la lluvia, que la pasada noche embarró toda la zona.

EFE

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