Y pese a que entre el republicano y la demócrata estaba sentado el cardenal Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York, los dos aspirantes intercambiaron bromas salpicadas con comentarios ácidos.

Ocurrió en el hotel Waldorf Astoria, un día después del último debate presidencial previo a las elecciones de Estados Unidos del 8 de noviembre, plagado de violencia verbal.

En uno de los momentos más llamativos de la cena, el republicano Trump echó en cara a Clinton que era la primera vez que hablaba con personalidades tan importantes “sin que le paguen por ello”.

Y la demócrata ensalzó la caballerosidad del republicano por mandarle un vehículo para que la trasladara a la cena de esta noche, pero dijo que se trataba de un “coche fúnebre”.

Trump recibió algunos abucheos —algo poco común en una cena destinada a recaudar fondos— al lanzar sus ataques más agresivos a su rival demócrata, calificándola de “corrupta”.

Pero también poco frecuente fue el momento en que se mostró capaz (o casi) de reírse de sí mismo: Trump se refirió a un momento especialmente embarazoso de su campaña, cuando su esposa, Melania, fue acusada de haber copiado un discurso de la actual primera dama estadounidense, Michelle Obama.

“Michelle Obama hace un discurso, y todo el mundo la adora. Mi esposa Melania hace exactamente el mismo y todo el mundo se le echa encima. No entiendo nada”, ironizó entre abundantes aplausos.

La Diócesis de Nueva York, que organiza la cena a beneficio de obras católicas, había pedido a los dos candidatos que mantuvieran “un espíritu amistoso y de buen humor” en sus discursos, apenas un día después de un tercer y último debate electoral.

Breve apretón de manos

Más cómoda en el papel, aunque algunas de sus bromas no tuvieron mucho éxito, Hillary Clinton hizo alusión a las críticas que se le han hecho.

“Tienen suerte, porque normalmente pido mucho dinero por este tipo de discursos”, lanzó de entrada.

También aprovechó la ocasión para meter alguna puya a su contrincante: al referirse a la ausencia de teleprompter en la gala, reconoció que el ejercicio podía ser difícil “sobre todo cuando hay que leer el texto original en ruso”, en referencia a la admiración de Trump por el presidente de Rusia, Vladimir Putin.

Otro de los chistes de Clinton se refirió al ataque repetitivo de Trump de que ella no tiene resistencia: “He tenido que escuchar a Donald por 3 debates completos, y él dice que no tengo ‘aguante’. Son unas 4 horas y media. Eso quiere decir que he estado junto a Donald más tiempo de lo que cualquiera de sus jefes de campaña”.

La cena, celebrada en el prestigioso hotel Waldorf Astoria, en pleno Manhattan, contó con unos 1.500 invitados que desembolsaron al menos 3.000 dólares cada uno, aunque varios de ellos donaron mucho más, logrando recolectar seis millones de dólares.

La cena Alfred E. Smith es una tradición que se remonta al periodo de entreguerras, en honor a un exgobernador de Nueva York que en 1928 fue el primer católico en representar a un gran partido en las presidenciales estadounidenses.

Smith era apodado ‘El guerrero feliz’ por su capacidad para ver el lado bueno de las cosas en los momentos más difíciles.

Entre los invitados figuraban dos antiguos alcaldes de Nueva York: el magnate Michael Bloomberg, que claramente tomó posición por Hillary Clinton, y Rudolph Giuliani, uno de los seguidores incondicionales de Donald Trump.

Los dos candidatos concluyeron la cena estrechándose las manos —de forma breve y sin efusiones—, en la que será probablemente la última aparición conjunta del magnate inmobiliario y la exsecretaria de Estado antes de la cita electoral del 8 de noviembre.

A menos de 20 días de la votación, Trump está en una posición extremadamente delicada y parece difícil imaginar, al examinar los informes de fuerzas estado por estado, que él pueda suceder al presidente Barack Obama el 20 de enero de 2017.

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