La mandataria izquierdista declaró antes de un fin de semana crucial para su futuro: por un lado el partido aliado PMDB (centro) debatirá el sábado si se desliga finalmente del gobierno y, por otro, una manifestación opositora saldrá a las calles el domingo para pedir la salida de Rousseff.

“No tengo ningún interés en renunciar (…) no me resigno”, lanzó la mandataria en una rueda de prensa.

“Nadie tiene derecho de pedir la renuncia de un cargo de presidente legítimamente electo sin dar pruebas de que haya violado la Constitución”, siguió Rousseff, cuya popularidad se ubicó en un bajo 11%.

La mandataria respondió así al presidente del opositor partido socialdemócrata PSDB Aecio Neves, quien dijo esta semana que en un “gesto magnánimo” Rousseff debía renunciar.

“Perdió las condiciones mínimas para gobernar y permita con su renuncia que Brasil inicie una nueva etapa en su historia”, dijo Neves, derrotado por Rousseff en las últimas elecciones presidenciales.

Rousseff enfrenta en el Congreso un proceso de impeachment por el supuesto maquillaje de las cuentas públicas y además espera que la máxima corte electoral decida sobre la denuncia de financiación ilegal que habría tenido su campaña a la reelección.

Todo esto en momentos en que el país se encamina a su peor recesión en un siglo.

Rousseff habló por primera vez sobre la posibilidad de que Lula entre a su gabinete, una hipótesis que sonó con fuerza esta semana entre la prensa y los corredores políticos. Como ministro quedaría automáticamente aforado ante la justicia, aunque Rousseff no adelantó si lo nombraría en algún cargo.

“Sería un gran orgullo tener al presidente Lula en mi gobierno porque es una persona con experiencia, gran capacidad política”, declaró la mandataria.

Según versiones de prensa, Lula habría rechazado este nombramiento pues al entrar en el gobierno en condición de investigado se leería como una confesión de los crímenes que se le atribuyen.

Pero, por otro lado, su llegada al gabinete daría combustible al gobierno en medio de la crisis.

“Es indudablemente una figura importante, con un peso todavía muy grande en la escena política nacional, daría un peso al gobierno en un momento en que está precisando apoyo, fuerza, de liderazgo”, explicó a la AFP el analista político André Cesar de Brasilia.

En medio de todo este panorama que combina recesión económica, un gobierno aislado políticamente y una clase política sacudida por casos de corrupción, una manifestación fue convocada para el domingo por diversos grupos y partidos opositores. La movilización se prevé masiva.

Según últimas encuestas, un 60% quiere un juicio político a la presidenta y casi igual número su renuncia.

AFP

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