Con cigarrillo y pinta de cerveza en mano, mil veces prometió un terremoto político y finalmente lo consiguió.

“He alcanzado mi ambición política”, anunció Farage este lunes en una conferencia de prensa en Londres. No es la primera vez que abandona y luego vuelve. Lo hizo en 2009 y 2015.

“Ahora no os reís”, lanzó este eurodiputado en su última intervención en el Parlamento Europeo, recordando cómo se burlaban de su pretensión de sacar a su país de la Unión Europea.

Los británicos acababan de votar a favor de abandonar la Unión Europea, el 23 de junio, tras una dura campaña liderada por Farage y el conservador Boris Johnson. Fue el primero, sin embargo, con sólo un diputado en el Parlamento, el que, con su retórica incendiaria, hizo el trabajo sucio, logrando centrar el debate en la inmigración. Donde lo quería su electorado.

La polémica por su cartel con una hilera de refugiados amenazando hipotéticamente al Reino Unido, desvelado el mismo día en que fue asesinada la diputada laborista Jo Cox por un simpatizante de ultraderecha, no le hizo perder apoyos.

El “establishment” versus el pueblo

Ser unánimemente vilipendiado por los partidos tradicionales -liberales, conservadores, y laboristas- no hizo sino aumentar la simpatía por Farage en la Inglaterra profunda.

Londres se le resiste, es una ciudad “demasiado culta, educada y joven”, sugirió una vez una portavoz de su partido.

“Para ser honesto, cuanto más nos insultan, mejor nos va”, explicó Farage, eurodiputado, a la AFP.

Cuando habla de quienes lo insultan, Farage alude al “establishment” británico: los conservadores del primer ministro británico conservador David Cameron, y la oposición laborista.

La línea que trazó entre ese “establishment”, pro-UE, y el pueblo, “the people”, anti-UE, ayudó a llevar la campaña a su terreno.

Niega ser racista o tener nada contra los inmigrantes, pero este político casado con una alemana ha metido la pata en varias ocasiones.

Una vez dijo que se sentiría “incómodo” si una familia rumana se instalara en su vecindario.

Cuando un locutor de la radio LBC le preguntó qué diferencia había entre los rumanos y su mujer, respondió: “ya sabes cuál es la diferencia”.

“Queremos un sistema de inmigración basado no sólo en controlar la cantidad, sino también la calidad”, sentenció.

AFP

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