La candidata Marine Le Pen ha sabido capitalizar el hartazgo de los franceses ante el desempleo y la inmigración, y aprovechar la ola nacionalista en Europa para convertirse en uno de los principales favoritos a acceder a la segunda vuelta de las presidenciales.

Con un programa centrado en el “patriotismo” y la “preferencia nacional”, Le Pen defiende la salida del euro y de la Unión Europea (U.E.), una promesa que de cumplirse podría propinar un golpe fatal a un bloque ya debilitado por el Brexit.

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Esta abogada de 48 años promete, entre otras cosas, la suspensión de los acuerdos de libre circulación en el seno de la UE, la expulsión de los extranjeros sospechosos de radicalización y la supresión del ‘ius soli’ (nacionalidad por derecho de suelo de nacimiento).

“¡Estamos en nuestra casa!”, repite a voz en cuello en los discursos que pronuncia durante sus mítines, a los que acude gente de todas las edades y clases sociales. Un lema que sus adversarios consideran como “un grito de xenofobia”; un “grito de amor” a Francia, contesta ella.

Desde que accedió al liderazgo del FN en 2011, sucediendo a su padre del que se ha distanciado en los últimos tiempos, Le Pen ha purgado en gran medida al partido del antisemitismo que lo caracterizó durante décadas.

Se ha deshecho, al menos parcialmente, de los militantes antisemitas, de los nostálgicos de la Argelia colonial o hasta del régimen colaboracionista de Vichy y de los católicos integristas. Todos estos sectores figuraron durante más de tres décadas en la dirección del partido.

La estrategia ha dado sus frutos y, desde entonces, la formación ultraderechista ha mejorado sus resultados en todos los comicios.

Oradora eficaz, Marine Le Pen, sigue defendiendo en sus discursos las posiciones tradicionales de la extrema derecha contra la inmigración y el islam, pero ahora lo hace invocando al laicismo.

Ha abandonado, además, el tradicional discurso nacionalista pero económicamente liberal de su partido, y ahora se presenta como la defensora de los trabajadores franceses perjudicados por la globalización, el “libre comercio desleal” y la “dictadura de Europa”.

Con información de AFP

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