Brumby disparaba a un blanco con un arma corta y el casquillo que salió del artefacto rebotó en un muro y terminó en su camisa.

“Utilizó entonces su mano derecha, la que tenía el arma, para tratar de sacar el casquillo”, explicó en un comunicado la oficina del sheriff del condado de Sarasota.

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“Apuntó involuntariamente su arma hacia atrás, que se disparó”, hiriendo mortalmente a su hijo Stephen, de 14 años.

Los otros dos hijos de William Brumby, uno de 24 años y una niña de 12, estaban presentes pero no fueron alcanzados por el disparo.

La policía abrió una investigación pero decidió no procesar judicialmente al padre.

A pesar de la consternación que ha causado el caso en ese país, Brumby dijo a CNN que el accidente no ha cambiado su pensamiento sobre las armas y planea mantenerlas en su casa y usarlas para defender a su familia.

“El arma no mató a mi hijo, yo lo hice. Cada turno de disparar es tu responsabilidad”, dijo y explicó que solía llevar a sus hijos al campo de disparo para enseñarles a manejar las armas.

Accidentes así no son infrecuentes en Estados Unidos, donde el número de armas individuales supera el de habitantes. Para millones de familias estadounidenses, la salida a un polígono de tiro es un pasatiempo clásico, incluyendo a los niños.

En agosto de 2014, manipulando una metralleta Uzi, una niña de nueve años mató a su instructor de tiro en Arizona.

AFP

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