Gary Johnson, Jill Stein y Evan McMullin son los candidatos qué más han sonado aparte de los nominados por los republicanos y demócratas, Donald Trump y Hillary Clinton. Sus probabilidades de ganar son bajas, pero eso no significan que no sean elegibles.

Johnson ya aspiró a la Presidencia por el Partido Libertario en 2012, cuando logró un 0,99 % de los votos, y ahora repite candidatura. Fue gobernador de Nuevo México, llegó a tener hasta un 9 % de intención de voto en septiembre en el promedio de sondeos a nivel nacional, pero ese apoyo se ha ido desvaneciendo y ahora apenas ronda el 4 %, de acuerdo con los datos de RealClearPolitics.

El objetivo de Johnson durante la campaña era, sobre todo, alcanzar el 15 % de respaldo en el promedio de sondeos necesario para participar en los debates televisados entre los candidatos a la Presidencia y obtener así más visibilidad.

No lo consiguió y, por otro lado, cometió varios errores sonados, entre ellos el que protagonizó durante una entrevista de televisión en la que preguntó “¿Qué es Alepo?” cuando le estaban hablando acerca de la crisis en esa ciudad siria.

Esta misma semana el compañero de fórmula de Johnson, el exgobernador de Massachusetts Bill Weld, dijo que un objetivo “realista” para los libertarios es lograr un 5 % del voto popular en las elecciones del próximo martes, al advertir del “caos” de una Presidencia de Trump y respaldar indirectamente a Clinton.

Al igual que ha ocurrido con Johnson, el respaldo a Jill Stein, candidata del Partido Verde y que, como Clinton, quiere ser la primera presidenta de la historia de EE.UU., ha ido bajando desde casi el 5 % que tenía en junio al 2 % actual.

Stein ha recibido esta semana el respaldo de la actriz y activista Susan Sarandon, quien explicó en una carta abierta que su “miedo” a un gobierno de Trump no es suficiente para optar por Clinton, dado el “historial de corrupción” de la ex secretaria de Estado.

Durante las primarias por la candidatura presidencial demócrata, Sarandon fue una de las mayores defensoras de Bernie Sanders, un senador casi desconocido a nivel nacional que se autodefine como “socialista” y que plantó cara hasta el final a Clinton y su potente maquinaria con su “revolución política”.

Por su parte, Evan McMullin, exagente de la CIA y exdirector de política del Partido Republicano en la Cámara de Representantes, lanzó su candidatura como conservador independiente en agosto y se define como la mejor alternativa a la disyuntiva que se les plantea a los estadounidenses de elegir entre Clinton o Trump “al menor de dos males”.

Voluntarios y simpatizantes reparten en esta recta final propaganda electoral de McMullin en actos multitudinarios como la maratón anual del Cuerpo de Marines, que recorrió el pasado domingo parte de Washington y del norte de Virginia.

Con EFE.