Según las autoridades colombianas, el movimiento es el habitual y en el paso fronterizo entre San Antonio del Táchira (Venezuela) y Cúcuta, capital del departamento de Norte de Santander, hay al día un promedio de 50.000 cruces en ambas direcciones, muchos de los cuales son de personas que van y vuelven.

Los dos países comparten una frontera de 2.219 kilómetros y el paso de Cúcuta y San Antonio sigue siendo el más dinámico a pesar de que los cierres ordenados por el Gobierno venezolano en agosto de 2015 prácticamente acabaron el intercambio comercial.

Los ciudadanos que desean ingresar a Colombia deben hacer una larga fila en el Puesto de Control Migratorio Terrestre de Villa del Rosario, situado en el extremo del puente, para presentarse ante los funcionarios que les otorgarán el permiso de entrada, según constató Efe.

La mayoría de ellos llegan a Colombia en busca de alimentos o medicinas, si bien hay muchos que cruzan la frontera para buscar una nueva vida fuera de Venezuela y escapar del agobio que causa la crisis que se vive en ese país.

Mientras esperan su turno, familias enteras se sientan bajo la sombra de los árboles con maletas, coches de niños e incluso mascotas con la expectativa de dejar atrás las penurias a las que se ven sometidos a diario.

Entre ellos, hay quienes manifiestan la urgencia que tenían de salir de Venezuela antes del domingo por la elección de la Asamblea Nacional Constituyente pues temen que ese plan del presidente Nicolás Maduro empeore la situación y restrinja aún más las libertades.

“Me trae a Colombia la mala situación que hay en mi país, la locura que hay y la Constituyente porque no se sabe lo que pueda pasar”, dijo a Efe José Luis Cáceres, un peluquero que dejó Venezuela con la ilusión de mejorar su calidad de vida.


Sin embargo, la mayoría de quienes pasan por el Simón Bolívar lo hacen para abastecerse de alimentos, buscar atención médica, comprar productos de primera necesidad e incluso para estudiar.

Un movimiento mayor se percibe en la terminal de transportes de Cúcuta, a donde llegan los venezolanos que desean seguir su viaje a otras ciudades de Colombia o de países vecinos como Ecuador y Perú.

En esa terminal muchos descubren que sus devaluados bolívares son insuficientes para comprarse un billete en autobús o incluso para alimentarse o pagar un hotel, razón por la cual optan por dormir en plena calle a la espera de un mejor amanecer.

EFE

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