Mientras tanto, Lasso dijo que exigirá un recuento de votos, abriendo camino para protestas en las calles del dividido país, donde muchos agradecen la estabilidad y los planes sociales del saliente Correa pero otros critican su autoritarismo y los escándalos de corrupción que salpican a su administración.

El candidato dijo a un canal de televisión nacional:

Hay un manoseado de más de 800.000 votos. Por lo tanto exigiremos el conteo de los votos acta por acta, urna por urna, voto por voto”.

“Esto huele absolutamente raro”, agregó el candidato, que informó que está hablando con observadores internacionales.

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En Guayaquil, la ciudad más grande del país, los seguidores Lasso protestaban gritando: “fraude no, democracia sí”.

Moreno, un administrador de 64 años que sufre de paraplejia ha prometido mejorar los planes sociales de Rafael Correa y reconciliar al dividido país alejándose del estilo confrontacional del saliente presidente, que dominó casi hegemónicamente la política desde que llegó al poder en el 2007.

“De aquí en adelante a trabajar por el país. ¡Todos! Todos vamos a trabajar por nuestro querido Ecuador”, dijo Moreno al proclamarse vencedor en los comicios más ajustados de la última década en el socio más pequeño de la Opep.

Y agregó sentado en su silla de ruedas ante miles de simpatizantes que ondeaban las banderas verdes del partido de gobierno.

Sabremos escuchar las críticas. Vamos a trabajar en paz y armonía. Bienvenidos luchadores de la paz y de la vida”.

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Pero el panorama no pinta sencillo para el próximo presidente, quien, en época de vacas flacas por los bajos precios del petróleo, tendrá que lidiar con un creciente desempleo, abultado endeudamiento público y corrupción enquistada en el poder.

La estrecha diferencia entre los candidatos demuestra el desgaste del modelo izquierdista y el descontento de la mitad de los ecuatorianos con las políticas de Correa.