Una de esas voces es la de Robert Fisk, que escribió en Independent un artículo en el que, más allá de alabar la figura de pacifista que cultivó el estadista judío y que muchos resaltan hoy, recuerda la masacre de Qana, en 1996, a manos del ejército de Israel.

En ese momento, el ya premio Nobel de Paz usó como excusa para el ataque la activación de unos roquets Katyusha por parte de Hezbollah, cerca a la frontera de Israel con Líbano. A su vez, ese ataque se produjo por la muerte de un niño libanés, presuntamente a manos del ejército de Israel, narra Fisk.

Días después del ataque de Hezbollah, el ejército judío entró a Líbano hasta ubicarse cerca a Qana, donde abrieron fuego. Los primeros ataques lograron afectar a Hezbollah, pero parte del ataque fue a dar directamente a un campo de refugiados fiyianos de la ONU, donde había cientos de civiles. De las 106 víctimas mortales, casi la mitad eran niños, precisa el autor.

Tras el ataque, Peres dijo:

No sabíamos que varios cientos de personas estaban en ese campo. Es para nosotros una amarga sorpresa”.

Sin embargo, según Fisk, el arrepentimiento de Peres no era tan claro: las Naciones Unidas le había reportado varias veces a Israel que el campo estaba lleno de refugiados.

Fisk recordó a una niña que, después del ataque, estaba sentada abrazando a un hombre de pelo gris, mientras lloraba y gritaba “Mi padre, mi padre”. Y puntualiza:

Si ella todavía está viva -y vendría otra masacre en Qana en los años siguientes, esta vez a manos del la Fuerza Aérea Israelí- dudo que la palabra “gestor de paz” (rótulo que le endilgan a Peres hoy) se pasara por sus labios”.

La visión de Fisk contrasta notablemente con la opinión que de Peres tienen varios líderes del mundo como, entre otros, el Papa Francisco, Angela Merkel, Barack Obama y su vicepresidente Joe Biden que, de hecho, afirmó que “el mundo está un poco más oscuro sin él”.

Así, mientras medios israelís como Haaretz describen a Peres como “la voz de la esperanza de Israel”, por el lado palestino recuerdan que fue él, como miembro de la élite laborista sionista, uno de los responsables de la creación del Estado moderno de Israel, en 1948, lo que representó la ruina para el territorio de Palestina, como indica Al Jazeera.

De igual manera, tampoco le perdonan a Peres haber abandonado el Partido Laborista en 2007 para llegar a las toldas del entonces Primer Ministro derechista Ariel Sharon, un representante de la ‘mano dura’ en Israel.

Lo cierto es que Peres, como los líderes más visibles del mundo, siempre despertará enormes admiraciones, pero también profundos odios. Y todo ello quedó en evidencia tras su muerte.

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