Diez candidatos están en liza, los supervivientes de una nueva ley electoral implacable que dejó por el camino a nueve aspirantes, dos de los cuales tenían el viento de los sondeos a favor.

En cabeza de las preferencias, aunque prácticamente sin moverse desde el inicio de la campaña, figura Keiko Fujimori, del partido Fuerza Popular (derecha) con el 35% de los votos, avizorando un balotaje el 5 de junio.

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Keiko perdió su pulso anterior con el presidente saliente Ollanta Humala, un exmilitar que se alzó contra su padre, la hija del que fuera presidente del convulso Perú entre 1990 y 2000.

La candidata se ha paseado hasta el último rincón del país y, sin renegar totalmente del legado de su padre, que provoca repulsa en una parte de la sociedad, trata de dar una imagen de demócrata moderna e independiente.

Para bien o para mal, a Keiko le resulta difícil desprenderse de la larga sombra del populista autoritario que fue su progenitor, que a los 77 años purga una condena de 25 años por corrupción y crímenes de lesa humanidad, con mucha prédica todavía entre los pobres y en las zonas rurales.

“En Perú se vota por la persona que inspira más confianza y simpatía, no se vota por programas económicos ni ideologías”, advierte a la AFP el exministro de Trabajo Jorge González Izquierdo, quien no tiene duda de que una victoria de Keiko en la primera vuelta “no le garantiza en absoluto” que venza en la segunda.

“La segunda vuelta es un partido de fútbol nuevo y se empieza con el marcador a cero”, dice.

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