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Desde la elección de Donald Trump, Nueva York ha acogido toda una serie de manifestaciones contra las intenciones del nuevo presidente estadounidense, pero pocos previeron las protestas de este fin de semana en el aeropuerto JFK contra su decreto antiinmigración.

Los pequeños grupos de manifestantes que empezaron acudiendo a la terminal 4 del aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York acabaron convirtiéndose en varios miles de personas denunciando el decreto firmado el viernes por Donald Trump contra los refugiados y los viajeros de siete países de mayoría musulmana.

Alertados por las redes sociales y las informaciones en la televisión, acudieron con pancartas hechas a mano y gritaron “¡Déjelos entrar!” hasta bien entrada la noche del sábado.

Hanna Cowart no fue a la gran Marcha de las Mujeres de la semana pasada, un día después de la investidura de Trump, pero esta joven de 21 años considera que “a la gente se le hace difícil quedarse callada”.

A la 1 a.m. local todavía había un centenar de personas denunciando la decisión de Trump de suspender la acogida de refugiados durante 120 días, así como el ingreso por 90 días de ciudadanos de Irán, Irak, Libia, Somalia, Sudán, Siria y Yemen, mientras se revisan los criterios de admisión.

El respiro obtenido después de que una jueza federal de Nueva York impidiera la expulsión de los pasajeros detenidos en virtud del decreto de Trump no suavizó el humor de los manifestantes, que la tomaron con los policías que los empujaban hacia las veredas, a quienes gritaron “Vergüenza”.

Cerca de la entrada de la terminal 4, un hombre joven se plantó con una pancarta que rezaba “Ustedes serán los siguientes”, ante la mirada de asombro de los pasajeros recién llegados.

Uno de ellos, Georgio Pariani, llegado desde Milán y que esperaba un taxi desde hacía más de una hora en una ruta cortada por los manifestantes, dijo entender el enojo de los neoyorquinos, puesto que Trump “no es muy diplomático”.

‘No estamos en 1939’

El conductor privado Mousa Alreyashi atraviesa el JFK todos los días, pero en la tarde del sábado decidió dejar de trabajar temprano y manifestarse por primera vez.

Así “se está mandando un mensaje”, dijo este ciudadano estadounidense de origen yemení, que lleva 20 años en Estados Unidos.

La madre y los hermanos de Alreyashi siguen en Yemen y están “en shock” tras el anuncio del decreto. “Hace siete años que esperan su visa” para Estados Unidos. “Hoy les dicen: no pueden venir”.

Por su parte, Mushahid, un paquistaní nacionalizado estadounidense, no quiere sacar conclusiones del hecho de que su país de origen no esté en la lista. “Podría ser el siguiente”, dice este padre de familia de 45 años.

Cuando se enteró de la manifestación, a través de Facebook, Christopher Gunderson estaba celebrando el cumpleaños de su hijo, y decidió dejarlo todo y poner rumbo junto a sus hijos y su esposa al aeropuerto JFK.

“Decidimos que ellos debían venir. Es muy importante”, considera este profesor universitario quincuagenario.

Miembros de su familia le hablaron de otras manifestaciones en Minneapolis, Chicago, Washington y Boston, para su satisfacción.

En los aeropuertos de Los Ángeles, San Diego, San Francisco, Dallas, Seattle y Filadelfia también hubo muestras de solidaridad con los refugiados y con las personas afectadas por la medida.

A pesar de sus recuerdos de la guerra de Vietnam y de las manifestaciones contra los expresidentes Ronald Reagan y George W. Bush, para Gunderson, la situación política actual es “la más grave que conocí en mi vida”.

“No estamos en 1939. Tenemos instituciones. La gente está preparada para oponerse a esto” dice por otro lado David Gaddis, de 43 años. “No es sorprendente que la gente se movilice. Cada día que [Trump] está en su despacho, hay una emergencia nacional”.

En la ciudad de origen de Hanna Cowart, en Florida (sur) muchas personas votaron por Trump y no entienden las manifestaciones. “Creen que deberíamos aceptar sus decisiones porque es el presidente”, dice.

Con AFP