El estado fue descubierto (y en un principio poco comprendido) cuando Paul tuvo una reunión con sus médicos después de la fuerte agresión de la que fue blanco. Cuando los expertos empezaron a hablar, recuerda, se sintió asustado y, sin quererlo, se pasó toda la reunión riendo, narra BBC.

“En realidad yo estaba llorando desconsoladamente, pero en la superficie se veía como si me estuviera riendo”, comenta.

Algunos años tuvieron que pasar antes de que un doctor le diera un diagnóstico satisfactorio: tenía risa patológica o, más ‘acartonadamente’, síndrome o afección seudobulbar. Esa condición, palabras más, palabras menos, implica un ‘cruce de cables’ porque hay una desconexión entre el lóbulo, el cerebelo y el tronco cerebral.

Tal afección puede producirse por graves lesiones en la cabeza o por el mal de Alzheimer. Sin embargo, pese a ser en apariencia una condición ‘alegre’, le ha traído varios problemas con muchas personas que creen que Paul se está burlando de ellas y se sienten “incómodas, heridas y confundidas”, agrega The Sun.

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Por eso, tuvo que desarrollar un método para tratar de evitar las risas. Ahora, según cuenta, puede evitar al menos 9 de cada 10 ataques. Pero ese no fue el único problema con el que quedó después de la golpiza: ahora está en silla de ruedas y tiene problemas para hablar y moverse.

10 años después del incidente, Paul da conferencias para prevenir la violencia en personas que están bajo los efectos del alcohol. Sin embargo, comenta:

“El que me pateó la cabeza a quemarropa y con todas sus fuerzas, que casi me mató, ya está libre. ¿Y yo qué? Diez años después todavía estoy cumpliendo sentencia”.

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