Los exmarinos Alfredo Astiz (67), Jorge Acosta (76) y Ricardo Cavallo (66) fueron condenados a cárcel de por vida en el mayor juicio por crímenes de lesa humanidad en Argentina, que tuvo a 54 personas en el banquillo de los acusados y ventiló 789 hechos.

Entre otros crímenes, Astiz, llamado “el ángel rubio de la muerte”, y Acosta fueron acusados por la desaparición en 1977 de la ciudadana sueca Dagmar Hagelin, quien tenía 17 años.

Los tres exmarinos ya cumplen prisión perpetua por juicios anteriores sobre los crímenes perpetrados en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), el más emblemático centro de detención de la dictadura por donde pasaron 5.000 prisioneros y donde dieron a luz decenas de mujeres en cautiverio.

De los 54 acusados, 16 ya habían recibido condenas anteriores.

Fue además el primer juicio en Argentina que condenó a dos expilotos por participar de los llamados “vuelos de la muerte”, uno de los métodos de desaparición forzada de la dictadura.

Entre los seis absueltos, figuran el exsecretario de Hacienda en 1980 Juan Alemann (89) y el expiloto militar argentino-holandés Julio Poch (65), que estaba imputado por los vuelos de la muerte.

Robos de bebés, tormentos a perseguidos políticos, homicidios, fueron otros de los crímenes de lesa humanidad ventilados en este juicio, el tercero sobre los crímenes de ESMA.

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La lectura del veredicto se prolongó por casi cuatro horas, en una sala de audiencias colmada en los tribunales federales, donde los acusados estaban separados por un vidrio del público, que incluía a víctimas y familiares de víctimas.

Fuera del tribunal, en el barrio capitalino de Retiro, decenas de activistas de derechos humanos y partidos de izquierda siguieron desde una pantalla gigante las instancias definitorias del juicio.

“Como a los nazis les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar”, entonaban al unísono sobrevivientes, hijos y madres de desaparecidos, nietos recuperados por Abuelas de Plaza de Mayo y otros activistas.

En el transcurso del megajuicio que se inició en 2012, desfilaron unos 800 testigos, 11 de los imputados murieron y otros tres fueron separados del proceso por razones de salud.

“La enorme cantidad de casos e imputados mostró el sentido de la represión sobre colectivos populares y opositores a la dictadura cívico-militar. Por eso decimos que es un genocidio y que no tuvo nada de improvisado”, dijo Carlos Loza, un sobreviviente.

Vuelos de la muerte

Mario Daniel Arrú y Alejandro Domingo D’Agostino fueron condenados a cadena perpetua por participar de esos vuelos en los que arrojaban a opositores vivos al mar o al Río de la Plata desde aviones militares, una forma de hacerlos desaparecer sin dejar rastros.

En cambio, fueron absueltos otros tres: Poch, un exteniente que fue detenido en 2009 cuando trabajaba como piloto civil en España, de donde fue extraditado; el mecánico aeronáutico Ricardo Ormello y Emir Sussel Hess.

Poch se retiró como teniente de fragata en febrero de 1981, tras lo cual se radicó en Holanda con su esposa y tres hijos.

Al declarar en 2013, Poch negó su participación en los vuelos y dijo nunca haber estado en la ESMA ni haber integrado un ‘grupo de tareas’ de represión ilegal en la dictadura.

AFP PHOTO / Javier González Toledo

Entre las víctimas de los “vuelos de la muerte” figuran las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet, secuestradas y asesinadas junto a fundadoras del organismo humanitario Madres de Plaza de Mayo, en diciembre de 1977.

Los restos de Duquet y tres madres de Plaza de Mayo habían sido hallados poco después de su secuestro en una playa de la costa atlántica argentina y enterrados sin nombre en un cementerio cercano. En 2005 fueron exhumados e identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense. Domon sigue desaparecida.

Unos 30.000 opositores fueron desaparecidos durante la dictadura, según entidades humanitarias.

AFP