Desde febrero de 2015 es legal en Washington, capital federal estadounidense, tener hasta seis plantas de cannabis en el domicilio, poseer un máximo de 56 gramos, a condición de ser mayor de 21 años, y donar.

Sin embargo está prohibido fumar en los espacios públicos y, sobre todo, comprar o vender ya que el Congreso, que tiene la tutela sobre la capital, ha prohibido a la ciudad la reglamentación del comercio de esta droga.

El estatus de la marihuana es por tanto incierto, y podría incluso convertirse en ilegal si el futuro Congreso republicano vota una nueva ley que anule pura y simplemente la votada por referéndum.

“Distribuyendo marihuana en la investidura, empezamos la batalla”, dice en su confortable salón Adam Eidinger, de 44 años, iniciador del referéndum de 2014 y fundador de la DC Marijuana Coalition. “Estamos a punto de perder nuestro derecho”.

En el balcón de su casa se pueden ver seis enormes plantas deshojadas y, mientras un fuego arde en la chimenea, tres voluntarias, Elizabeth, Natalie y Felicia, lían decenas de porros en una mesa baja.

– Desobediencia civil -Según Adam, 4.200 porros corresponden a un poco menos de 2 kilos, un valor de unos 2.000 dólares y, para respetar los límites individuales, serán distribuidos por unas 50 personas ese mismo día.

Elizabeth tarda un minuto en armar un porro, y Felicia apenas 40 segundos. No ponen tabaco, Adam contribuye con su propia marihuana, de alto contenido en THC (tetrahidrocannabinol, principal activo de esta droga), y “potente” pero “que no da ganas de dormir”.

¿El objetivo? Que todo el mundo encienda su porro en el gran parque del National Mall 4 minutos y 20 segundos después de que comience el discurso de Donald Trump (4/20 es el código universal de los amantes del cannabis). El futuro presidente hablará en el Capitolio, enfrente del parque en el que se reunirán miles de espectadores.

Sólo hay un problema: la droga sigue siendo ilegal en todo el territorio federal y, por lo tanto, también en el National Mall.

“La gente podrá irse a su casa a fumar”, explica Adam, “o decidir cometer un acto de desobediencia civil para protestar. Les damos a elegir”.

¿Desobedecerán las tres voluntarias? “Oh, sí”, responden al unísono.

Con AFP

 

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