Luego de sentir algunos dolores abdominales prolongados, similares a los cólicos menstruales, Jaegers finalmente decidió ir al médico, pensando que se trataría de unos cálculos renales ya que, además, sentía dolor de espalda y molestia al orinar, informa The Wasington Post.

Al llegar al hospital, los médicos le preguntaron a la mujer, de 37 años, si estaba embarazada. Ella respondió que no. De hecho, no tenía síntomas de estar encinta, más allá de tener una barriga un poco más grande (aunque no de las dimensiones de la de un embarazo) y, tal vez por lo mismo, un peso mayor en los últimos meses. Por último, en ese momento, ella tenía el período.

Pese a las explicaciones, los médicos decidieron tomarle muestras de orina y sangre, y hacerle un examen con ultrasonido. ¿La noticia? Tenía 38 semanas de embarazo. Pero no solo eso: había roto fuente y estaba dilatada. El parto se daría en pocos minutos.

A la sorpresa se sumó el temor del recuerdo del último embarazo, que tuvo muchas complicaciones, al punto de que los especialistas le habían recomendado no tener más hijos. Ahora, sentían los padres, la situación podía ser más grave, ya que no habían tenido los cuidados mínimos para el período de embarazo. Temían que el bebé no estuviera sano.

El niño finalmente nació en la madrugada del pasado 18 de octubre, apenas 3 horas después de que sus padres fueran conscientes de su existencia. Por fortuna, el inesperado nuevo miembro de la familia nació sano, y no hubo problemas al momento del alumbramiento, añade el medio 11 Alive.

Pese a lo extraño del caso, la propia Jaegers escuchó en el último tiempo dos casos de mujeres con embarazos sorpresivos, muy similares al de ella.

Fue miedoso por un momento, pero tenemos la fortuna y estamos agradecidos de que haya pasado de la forma en que pasó”, dijo la madre sobre su experiencia.

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