En pleno centro de la capital, la escultura de metal, de más de 7 metros de altura, representa a Kalashnikov portando un AK-47 (así se denomina el fusil que diseñó en 1947), del que se han fabricado, según ciertas estimaciones, más de 100 millones de ejemplares en todo el mundo.

Las estimaciones, sin embargo, no dan cuenta (tal vez nunca lo puedan hacer) del número de muertes ocasionadas con esta arma utilizada por los ejércitos de más de 80 países, que se convirtió en el símbolo de la lucha armada por la independencia y decora varias banderas, incluyendo la de Mozambique y la del movimiento chiita libanés Hezbolá. Además de las tropas regulares, también es usado por grupos rebeldes y extremistas.

El tema de los muertos no es de poca monta. De hecho, Kalashnikov terminó sus días atormentado por creerse responsable de las muchas muertes causadas por su creación, y, año y medio antes de morir, le escribió una carta al patriarca de la Iglesia Ortodoxa, Cirilo I, en la que le planteaba el profundo dolor en el alma por las dudas que lo embargaban.

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“Mi dolor espiritual es insoportable. Sigo haciéndome la misma pregunta sin resolución: si mi rifle le quitó la vida a personas, ¿podría ser que yo sea culpable de esas muertes, aun cuando fueran enemigos?”, se preguntó Kalashnikov, de acuerdo con un reporte de BBC Mundo, que recogió también la respuesta de un portavoz de patriarca, según la cual cuando las armas sirven para defender la patria, la Iglesia Ortodoxa apoya a quienes las crearon.

Kalashnikov “encarnaba los mejores rasgos del hombre ruso: un talento natural extraordinario, la simplicidad, la integridad y la organización”, declaró durante la ceremonia de descubrimiento de la estatua el ministro de Cultura, Vladimir Medinski, que calificó al rifle de asalto que inventó de “verdadera marca cultural de Rusia”.

Kalashnikov murió el 23 de diciembre de 2013 tras una larga enfermedad, a los 94 años, y fue enterrado con honores en un gran monumento militar cerca de Moscú, en presencia del presidente Vladimir Putin y otros altos responsables rusos.

Nacido el 10 de noviembre de 1919 en un pueblo de Siberia, Mijail Kalashnikov se mantuvo en activo hasta un año antes de morir. No ganó ningún dinero con la venta de los AK-47.

La empresa Kalashnikov, en declive cuando falleció el ingeniero, atravesó una profunda modernización orquestada por los poderes públicos, que anunciaron este año que cedían la mayor parte del capital a inversores privados.

La compañía se concentró en las exportaciones y en la mejora de su imagen, abriendo tiendas en las que se venden productos derivados.