Todo comenzó cuando observó que su esposa utilizaba viejos retazos de alfombra durante su menstruación. Al parecer este hecho no es poco común en ese país donde, según reporta Al Jazeera, alrededor de 300 millones de mujeres no pueden pagar productos higiénicos para la menstruación o no tienen acceso a ellos.

Muruga comenzó a tratar de desarrollar una toalla higiénica económica para su esposa comprando rollos de algodón y cortándolo en rectángulos. Sin embargo, en la opinión de ella el producto era un fracaso.

A pesar de esto el hombre continuó investigando con diferentes materiales y para no tener que esperar un mes a que su esposa pudiera probar los prototipos decidió buscar voluntarias entre las estudiantes de medicina de una universidad cercana.

Esa idea tampoco fue muy buena, ya que a las mujeres les daba demasiada vergüenza darle sus opiniones a Muruga, por lo que decidió ensayar las toallas por sí mismo y construir una bomba de caucho a manera de útero que pudiera simular el flujo menstrual a través de un tubo.

Los vecinos del hombre empezaron a notar que olía mal y que llevaba manchas de sangre en su ropa, por lo que pensaban que estaba enfermo o era un pervertido. A raíz de las habladurías su esposa decidió dejarlo.

Muruga continuó con la investigación y luego de seis años creó una máquina fácil de utilizar para producir toallas higiénicas de bajo costo que vende en 950 dólares a escuelas y grupos de mujeres, creando a la vez una fuente de empleo para ellas y resolviendo un problema sanitario en el país.

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