En la crónica que publica ‘The New Yorker’, el autor Gay Talese cuenta que el hombre hizo huecos en el techo de las habitaciones y los cubrió con aluminio para que parecieran rejillas de ventilación.

Talese es considerado, junto con Tom Wolfe, como uno de los periodistas que ayudaron a crear el llamado periodismo literario o reportaje de no ficción, que sentó las bases del Nuevo Periodismo.

La mujer no solo conocía de su voyerismo sino que le ayudaba a verificar que él no era visible detrás de la rejilla. Para eso, ella misma se recostaba en la cama para revisar.

La mujer también tenía la misión de ubicar a las parejas físicamente atractivas en las habitaciones con vista, dejando a los viejitos y familias en las que no la tenían. Y todo porque, aunque no era voyerista, sí era una esposa devota de uno.

Al hombre no le preocupaba violar la privacidad de sus huéspedes.

Si bien admitió su constante temor a ser descubierto, no estaba dispuesto a reconocer que sus actividades en el ático hicieron daño a nadie. Dijo que se entregaba a su curiosidad dentro de los límites de su propiedad, y, debido a que sus invitados no eran conscientes de su voyerismo, ellos no se vieron afectados por el mismo”.

Razonó: “No hay una invasión de la privacidad si nadie se queja”.

Sin embargo, hizo grandes esfuerzos para evitar ser descubierto, y le preocupaba que, si lo atrapaban, pudiera ser acusado de un crimen”, dice Talese.

Las observaciones de voyerista quedaron registradas en un manuescrito al mejor estilo de los investigadores del sexo, con el título ‘El diario de un voyerista’, cuya primeras notas datan de 1966.

En una de las entradas de su diario se lee el modelo de notas que tomaba:

“La velada transcurrió sin incidentes hasta 20:30, cuando finalmente se desnudó revelando un cuerpo hermoso, un poco rellenita, pero de todas formas sexualmente atractiva. Él apareció desinteresado cuando ella se sentó en la cama junto a él, y él empezó a fumar un cigarrillo tras otro viendo la televisión…

Finalmente, después de besarla y acariciarla, él consiguió rápidamente una erección y la penetró en la ‘posición superior masculina’, con poco o ningún juego previo, y el orgasmo en aproximadamente 5 minutos. Ella no tuvo el orgasmo y fue al baño. Conclusión: No son una pareja feliz. Él está demasiado preocupado por su posición y no tiene tiempo para ella. Él es muy ignorante de procedimiento sexual y los juegos previos a pesar de su educación universitaria”.

A estos especímenes de ‘investigación’ se unían otros como parejas casadas en vacaciones (“Mis observaciones indican que la mayoría… pasa su tiempo en la miseria… y ese es el momento en que descubren que no están hechos el uno para el otro”); o  veteranos de guerra (“He tenido la oportunidad de observar muchas de las deplorables y lamentables tragedias de la Guerra de Vietnam. Este tipo es afortunado. Tiene una esposa amorosa y comprensiva”).

Para que haga un cálculo: entre noviembre y enero de 1966, como quedó registrado en el diario, Foos vio 46 actos sexuales. Y supuestamente hizo lo mismo por varias décadas.

“En 1973, él anotó que de los 296 actos sexuales de los que fue testigo, 195 involucraban participantes heterosexuales blancos, que favorecían la posición del misionero. Sobre todo, contó 184 orgasmos masculinos y 33 femeninos. Al año siguiente, hubo 329 actividades sexuales… También clasificó las personas en categorías de acuerdo con su deseo sexual: 12 % de todas las parejas observadas en este motel son muy sexuales; 62 % son moderadamente activos en el sexo; 22 % tienen bajo deseo sexual; 3 % no tienen relaciones sexuales”, dice Talese sobre las notas de Foos, que se creía un completo investigador, más que un voyerista.

Talese destaca que solo una vez, en 1977, el “voyerista aseguró haber visto, por primera vez, más de lo que deseaba”: presenció un crimen, que él mismo provocó.

La pareja vendía drogas, incluso a menores, lo que exaltó a Foos, quien cuando estaban fuera ingresó a la habitación y tiró por el sanitario las drogas. El hombre acusó a su novia de haber robado las drogas, y la estranguló. Y no le dijo a la policía que había sido testigo del crimen.

Talese siguió manteniendo correspondencia con Foos por años. En 1985 le contó que había quedado viudo, pero que había una nueva mujer en su vida, que también mantenía su secreto; y en 1991, que había abierto una sucursal del motel; y que en 1995 los había vendido los dos.

En el 2013, Foos entró en contacto con Talese para autorizarlo a hacer pública su historia, pues ya no había riesgo de consecuencias legales por invadir la privacidad, o no haber revelado que había sido testigo de un crimen.

Talese publicará el libro sobre Foos a final de año.

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