Sus piernas y pulmones lo han convertido en una “maravilla científica” y en un “fenómeno octogenario”, relata The New York Times en una extensa crónica. En octubre pasado, a sus 85 años, obtuvo su más reciente récord atlético, al completar la maratón de Toronto en 3 horas, 56 minutos y 34 segundos, convirtiéndose en la persona más vieja en correr 26,2 kilómetros en un tiempo inferior a las 4 horas.

En la maratón canadiense, Whitlock corrió con unos zapatos que tiene hace 15 años y con una camiseta de más de 20. No tiene entrenador ni sigue una dieta rigurosa. Tampoco monitorea su ritmo cardíaco, no toma baños de hielo ni le hacen masajes. No estira sus músculos, salvo el día de la carrera y no toma ningún medicamento más allá de un suplemento que a veces ayuda a sus rodillas.

En soledad, entrena en el cementerio Milton Evergreen, que queda cerca a su casa. Da vueltas durante tres o tres horas y media al día, alejado del tráfico, de las personas y de las herramientas tecnológicas que facilitan la vida moderna.

Cada carrera la vive como si fuera la última, aunque está seguro de que hay algo especial en sus genes, y recuerda que un tío suyo vivió hasta los 107 años.

Veremos si sigo corriendo cuando tenga 90 años. Nunca sabes realmente si estás corriendo tu última carrera. Creo que tengo longevidad en mis genes, pero nunca sabes, puedes ser arrollado por un bus”.

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