“Que me den a mi hijo que está ahí dentro, cuántas horas (van a tomar) para dármelo”, clama, mientras se toma el pecho. El Instituto de Medicina Legal la llamó para una prueba de ADN que permita identificar el cadáver de su hijo Carlos Santos, de 22 años. Sus familiares intentan consolarla.

Carlos había llegado dos días antes a La Habana procedente de Holguín para encontrarse con su novia, que llegaba de México. “Regresaba a Holguín en ese vuelo”, cuenta su primo Ignacio.

Al mediodía del viernes, en medio de la habitual quietud en la que se mueve la isla, un avión comercial cayó poco después de despegar de La Habana, causando la muerte de más de 100 personas. Las esperanzas de hallar a pasajeros con vida se fueron diluyendo con el tiempo y la lluvia. Solo tres mujeres sobrevivieron.

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En las afueras de la morgue de La Habana, la serenidad de la espera se ve quebrada constantemente por familiares que salen, tras la toma de muestras. Según declaraciones a la prensa oficial del primer vicepresidente de Cuba, Salvador Valdés, una decena de cuerpos ya fue identificado.

Una de las que también sale es Yunisleydis Abreu Lara, de 33 años. Sus ojos humedecidos la delatan como familiar. “Perdí a mi única hermana”, dice a la AFP. “Ya me hicieron la prueba del ADN, ahora tengo que esperar”, agrega.

Su hermana Yuleydis, de 22 años, había llegado de Cancún, México, donde trabaja en una congregación evangélica, y emprendió viaje a Holguín para ver a un familiar enfermo. Los forenses le dijeron que su cadáver estaba “en mal estado, quemado”, y por eso había que recurrir al ADN.

“Cuba es una gran familia”

Elfrides Amalia Santiesteban, una pequeña mujer de 76 años, abandona la morgue a paso rápido hacia el hotel Tulipán, a unos 800 metros, donde fueron hospedados los familiares residentes en Holguín, que llegaron en la madrugada a La Habana.

Llegó para acompañar a una prima, que perdió a su hijo. “Ahí adentro (en la morgue) hay muy buena atención, todos son amables, los empleados, los médicos, uno entra y enseguida le preguntan qué necesita, todos quieren ayudar (…) Cuba es una familia grande”, agrega.

Un gran número de víctimas vivía en esa ciudad del este de la isla. Sus familiares fueron enviados por tierra a La Habana, con una escolta policial.

El sábado, unas 40 personas esperan a las afueras de la morgue. Algunas parecen tragarse las lágrimas, otras acompañan con consternación. Más de una decena de policías regula el tránsito frente al edificio, pues el flujo de familiares y amigos de las víctimas no se detiene. Una ambulancia está a disposición de las familias.

En tanto, un equipo de la compañía eléctrica de Cuba tiende cables entre un generador en la calle y el edificio. Una medida preventiva y de apoyo al suministro eléctrico de la morgue.

El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, llegó hasta la morgue para interesarse por el proceso y dar consuelo a los familiares. La identificación continúa sin descanso pero es lenta, pues pasa por la toma de muestras para el ADN.

“Es una guerrera, se tiene que salvar”

A unos kilómetros de la morgue, en el hospital Calixto García, también hay lágrimas, pero son de esperanza. Hasta allí fueron llevadas las únicas tres sobrevivientes del accidente aéreo, en un estado muy grave, con múltiples fracturas y laceraciones.

“Las tres han sido oficialmente identificadas y sus familiares están acá. Presentan lesiones severas que significan un pronóstico reservado. Están en estado crítico extremo debido a la complejidad de sus lesiones”, dijo el sábado en un reporte el médico Carlos Martínez, director del hospital.

Ellas son Mailén de 19 años, Grettel de 23 y Emiley de 39. Esta última está consciente y ya pidió agua con señas.

“No tenía corazón para llegar aquí, pero ya estoy tranquila. Me subió la presión, soy diabética e hipertensa, pero estoy tranquilita, con mente positiva de que pueda estar mucho mejor”, dijo a la AFP Esther la O, madre de Emiley.

“Están haciendo lo posible por salvarlas”, contó por su parte el padre de Mailén, Carlos Díaz, quien viajó desde Holguín.

En tanto, reconfortada por su familia, la madre de Grettel, Amparo Font, sigue firme en el hospital, y declaró a la prensa que confía en la recuperación de su hija.

“Estamos dejando que los médicos hagan lo que tiene que hacer. Ella es una guerrera y se va a salvar (…) se tiene que salvar”, dice, mientras contiene el llanto.