Cada semana durante cuatro años fue violado por un cura en Suiza. Más de 40 años después, Daniel Pittet cuenta su calvario y su combate por la verdad en un libro con prólogo del papa Francisco.

“Mon Père, je vous pardonne” (Padre, le perdono), de la editorial Philippe Rey, publicado el jueves, está escrito por un antiguo monje ahora casado y padre de seis hijos.

Daniel Pittet, 57 años, residente del cantón suizo de Friburgo, conoció al papa en 2015.

Francisco, con un gesto inédito, aceptó escribir el prólogo de su libro señalando que “testimonios como el suyo hacen luz sobre una zona terrible de sombra en la vida de la Iglesia”, sacudida por numerosos escándalos de pederastia.

“¿Cómo puede un cura, al servicio de Cristo y de su Iglesia, llegar a causar tanto daño?” escribió el papa tras recordar que algunas víctimas llegaron al suicidio.

Estos muertos pesan en mi corazón, en mi conciencia y en la de toda la Iglesia. A sus familias pongo mis sentimientos de amor y de dolor y, humildemente, pido perdón”,

subrayó.

El autor describe los abusos que sufrió entre 1968 y 1972 – entre la edad de 9 a 13 años – por parte del cura Joël Allaz, un suizo de la orden capuchina.

Pittet sufrió unas “doscientas violaciones”, a menudo en medio del silencio de un convento, según cuenta en entrevista con la AFP. Pero basta una sola violación “para destruir la vida de una persona”. Y Daniel Pittet estima a “más de 100” las víctimas probables del padre Joël.

Solo una minoría se ha dado a conocer. “Para una víctima de violación es muy difícil hablar”, dice Pittet, quien ha sufrido depresión y otras enfermedades.

“Falta de pruebas”

Daniel Pittet esperó cerca de veinte años antes de denunciar al padre Joël Allaz ante la justicia eclesiástica, después de escuchar sobre una nueva víctima. El sacerdote fue trasladado inmediatamente a Francia, a una diócesis de Grenoble.

En 2003, tras nuevas sospechas, el padre Allaz fue transferido a la hermandad de los capuchinos de Bron, cerca de Lyon (este), donde dirigía un “servicio administrativo sin ministerio”.

Pero hubo que esperar nuevas revelaciones para que la policía abriera una investigación. En 2008 se contaban 24 casos de víctimas de abuso sexual – la mayoría prescritos – cometidos entre 1958 y 1995 en Suiza y Francia.

Joël Allaz fue condenado en diciembre 2011 a una pena de dos años de cárcel en suspenso tras un juicio en el que dos víctimas se constituyeron en parte civil.

Daniel Pittet fue reconocido como una víctima por la diócesis de Friburgo y la congregación de los capuchinos. Pero la justicia de la Iglesia no condenó a su violador. Una investigación eclesiástica abierta en 2002 en Grenoble fue cerrada “por falta de pruebas”.

El sacerdote “nunca fue reducido al estado laical”, lamenta Pittet. El capuchino, ahora de 76 años, sigue viviendo en comunidad en Suiza. “Me dijeron que recibe ayuda, espero que sea cierto. Pero puede salir del convento”, cuenta su víctima, convencido de que “un pederasta lo sigue siendo toda su vida”.

El agresor accedió a hablar en julio de 2016 en una entrevista publicada en el epílogo del libro de Pittet. Joël Allaz reconoce ser “ese pederasta monstruoso que dejó una serie de víctimas”, pero asegura que ya no tiene “ese tipo de impulso”.

Daniel Pittet lo volvió a ver por primera vez en noviembre pasado. “No hablamos de pederastia. No me pidió perdón, pero ya lo había hecho en una carta”, cuenta sobre este hombre que según él “nunca debió haber sido cura”.

Hoy, este católico comprometido habla “por todos aquellos que no podrán hablar jamás”. No culpa a la Iglesia – aunque critica su “ingenuidad” – por una plaga que puede darse “en todas las familias”. “Pudo haber sido mi tío, fue un cura”.

Con AFP

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