Chapecó comulgó este sábado en la emoción para despedir a sus futbolistas muertos en un accidente aéreo en Medellín, en el mismo estadio donde esta pequeña ciudad del sur de Brasil aprendió a soñar en grande.

Cincuenta féretros cubiertos con los colores verdes del equipo fueron conducidos bajo una lluvia torrencial desde el aeropuerto, donde fueron acogidos con honores militares, hasta el estadio Arena Corá.

En el estadio, el sobrecogedor silencio acompañado por un hilo musical con temas emotivos solo se rompía al grito de “Campeones, campeones”, cuando las pantallas mostraban imágenes del cortejo.

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Un grito surgido de gargantas anudadas, que aclamaron la imprevista epopeya que convirtió a este equipo hasta hace poco desconocido en finalista de la Copa Sudamericana, un sueño que se estrelló en las montañas de Medellín.

“Veníamos a todos los partidos, lloviera o hiciera sol. Nuestro sueño por fin era real, estaba tan próximo, que no hay explicación”, afirma con los ojos enrojecidos Rui Alonso Thomas, un mecánico, que asiste al paso del cortejo junto a su hija de diez años, ambos con casacas verdes y empapados por el aguacero.

Chapecó va a tardar mucho en recuperarse, pero yo voy a seguir viniendo al estadio”.

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“Vinimos porque el Chapecoense está en nuestro corazón, es nuestra familia. La lluvia no nos ha parado porque teníamos muchas ganas de despedirles”, coincide Patricia Carraro, una cajera de 32 años.

La tragedia sacudió al mundo del deporte, que multiplicaba los homenajes. En España, el astro brasileño Neymar llegó al estadio del Barcelona, antes del clásico con el Real Madrid, llevando sobre su hombro izquierdo la camiseta verde del Chapecoense.

Tras la ceremonia, las familias podrán viajar con sus fallecidos a sus lugares de origen, ya que la mayoría del plantel era de fuera de Chapecó.

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