Los chinos las adornan de flores y les hacen ofrendas de comida o incluso de dinero. Ellos queman papel que simula denominaciones de verdad (de trillones de yuanes), emitidas por el banco del cielo o del infierno, fortunas que se supone llegarán a los antepasados en la otra vida al ser consumidas por el fuego.

En el sur del país, a esta costumbre se añade la de quemar elaboradas miniaturas en cartón de casas, automóviles, ordenadores, móviles u otros muchos enseres, para que a los seres queridos no les falte de nada en el más allá.

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Además de los homenajes privados, el régimen comunista ha aprovechado la festividad para celebrar estos días un funeral honorífico para 36 soldados chinos fallecidos en la Guerra de Corea (1950-53) cuyos restos regresaron al país el 1 de abril.

En una ceremonia militar el 31 de marzo, el ejército de Corea del Sur, que luchó contra China en aquella guerra, entregó los restos de estos soldados, considerados mártires por el Partido Comunista, en el aeropuerto de Incheon.

El recuerdo de los chinos a sus antepasados se llevará hasta las últimas consecuencias mañana en la antigua capital imperial de Xian, donde decenas de miles de personas asistirán como cada año al acto de homenaje al Emperador Amarillo (Huangdi), fundador mítico de la civilización oriental.

La ceremonia, que se celebra desde hace milenios y ha cobrado tintes turísticos en los últimos años, se realiza en el lugar donde supuestamente está enterrado el emperador, junto a un ciprés de 5.000 años que según la leyenda plantó el propio soberano.

La fiesta se aprovecha cada año en los medios de comunicación chinos para alertar sobre los problemas de espacio que sufren muchos de los cementerios en las grandes ciudades chinas, y que ya desde hace décadas forzaron a las autoridades a obligar, al menos en zonas urbanas, a incinerar a los finados.

La prohibición de los entierros convencionales va en contra de la tradición china, que exige que el muerto viaje al más allá de la forma más intacta posible, por lo que sobre todo en las aldeas chinas es ampliamente desobedecida y en ellas pueden verse grandes tumbas diseminadas en cunetas, campos de cultivo o jardines.

Mientras, en la China urbana, la falta de espacio en los cementerios ha generado una burbuja de precios semejante o a veces aún más acelerada que la que sufren las viviendas de los vivos, por lo que las autoridades recomiendan a las familias funerales alternativos, como esparcir las cenizas en el campo o en el mar.

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