Gritos de alegría reciben el anuncio del barman al caer la tarde: comienza el “Happy Hour” en el hotel-casino Mandalay Bay en Las Vegas.

Han pasado varias horas desde que un tirador masacró 59 personas desde su habitación en el piso 32 en ese mismo edificio. Y el hotel trataba el lunes de forzar -a un punto casi incómodo- un ambiente de normalidad.

De cualquier forma, los apostadores en el Mandalay -escenario del peor tiroteo en la historia moderna de Estados Unidos- no pretenden parar de jugar por estos hechos de violencia.

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Bill Cook es de Nueva York y viajó a Las Vegas para una conferencia algunas horas antes de que Stephen Paddock abriera fuego contra la multitud que asistía a un festival de música country al frente del edificio.

“Estoy tratando de no pensar en lo que pasó, me siento horrible por la gente involucrada y mis oraciones y pensamientos están con ellos y sus familias”, dijo a la AFP este ingeniero de 48 años en el casino.

“Pero tengo que seguir adelante, si paro tendré miedo por siempre”, añadió.

La habitación de Cook estaba en la fachada opuesta al lugar desde donde disparó Stephen Paddock, pero dijo que se enteró de lo ocurrido por un mensaje enviado a su celular por los organizadores del evento al que acudió.

Contó que oficiales de la tropa de élite SWAT pasaron por su habitación para chequear que todo estuviera bien y que no hubiera resultado herido.

“Es casi surrealista, honestamente. Estoy seguro que volveré a Las Vegas en algún momento. Creo que hicieron un buen trabajo para mantener la situación bajo control. Da miedo pero hay tantas cosas pasando en el mundo, que si dejas que esto te afecte, tendrás que siempre estar escondido en una esquina”, dijo el padre de dos.

Aunque no tiene intenciones de recortar su estadía, Cook dijo que un amigo de Nueva York se vio más afectado por el incidente y volvió a casa.

“Estaba dos pisos arriba del tirador y oyó todo, vio todo”, contó.

“A lo mejor nos divertimos un poco”

Veronica Haig, de Round Rock, Texas, viajó a Las Vegas con su esposo Robert también para una conferencia y tenían pensado quedarse de vacaciones.

Indicó que la mañana del lunes sintió un “ambiente sombrío”. “Me asombró que todo el mundo estuviera aquí. Le he agradecido a todos por haber venido a trabajar”, señaló la mujer de 42 años.

Recordó que cuando escuchó las sirenas y helicópteros, poco después de los hechos violentos, fue a la ventana, vio una conmoción y pensó: “estas ventanas son realmente delgadas, se puede escuchar todo”.

“Mi esposo ya estaba acostado y yo bajé. Fue cuando me dijeron ‘hay un cierre, no salgan, no vayan a ningún lado, regresen a sus habitaciones, cierren la puerta”, explicó Haig.

“Volví al cuarto, prendí la televisión y vi todo lo que estaba pasando. Qué loco que algo así pueda pasar, que tanta gente saliera herida”, dijo.

Pero no tiene intención tampoco de recortar su viaje.

“En este momento nos vamos a quedar, a lo mejor nos divertimos un poco”, señaló.

Joanice Green, fumando un cigarrillo y jugando en máquina tragamonedas, se veía afectada, pero su respuesta fue estoica.

“Va a haber locos en todas partes, estas cosas pueden pasar a cualquier momento, y hasta en el patio trasero de tu casa”, indicó la mujer de 45 años, proveniente de San Francisco.

“De ahí que esto no me va a impedir hacer lo que vine a hacer, aunque es triste. Ayer pasé buena parte de la noche llorando, por todas las víctimas”, afirmó.

AFP