Ignacio Ponce, joven futbolista argentino, imagina su futuro en las canchas mexicanas recostado en una cama encapsulada en el aeropuerto internacional de Ciudad de México, donde en unas horas debe abordar otro vuelo al sureste del país.

Los cubículos ofrecen aire acondicionado, televisor, conexiones eléctricas y de USB para hacer más amena la tediosa espera, sea de horas o de una noche completa.

“Me pasó en Ecuador o en Panamá, no hay estos lugares así o yo no los descubrí. Me tenía que quedar sentado en la sala de espera, rogando que ande (funcione) el wifi”, dice el joven de 21 años mientras espera viajar al estado de Chiapas tras ser fichado por los Jaguares, de la segunda división mexicana.

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Este particular hotel consistente en un pasillo iluminado por sutiles tonos azules y que recuerda a una nave espacial, con cabinas de dos niveles en las que se encuentran las camas. Es una experiencia distinta a esperar resignadamente un vuelo acostado en el piso del aeropuerto o en una silla con un ojo abierto vigilando su equipaje.

“Veíamos mucha gente en el piso, veíamos espacios comerciales vacíos y nosotros mismos (como viajeros) estábamos sufriendo el tener que estar esperando muchas horas y no tener dónde hacerlo cómodamente”, dijo José Martín, vocero de la empresa Izzzleep, que lleva 2 meses operando el hotel en el aeropuerto de la Ciudad de México.

La noche completa en la cama encapsulada cuesta unos 39 dólares y la hora 9, contra los hoteles cercanos del aeropuerto cuyos precios rondan los 100 dólares, además de que algunos requieren abordar un taxi.

Esta firma se suma a la tendencia japonesa y abrió su primer hotel con una inversión de 280.000 dólares.

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Planea ampliarse a las principales ciudades mexicanas: Monterrey (norte), Guadalajara (oeste), el balneario de Cancún (este) y la fronteriza Tijuana (noroeste).

Con dos meses de operación, 1.700 pasajeros de 57 países han pasado por estas instalaciones en el aeropuerto de la capital mexicana, el más transitado de América Latina con un movimiento de 41 millones de pasajeros en 2016.

“No pensé que era tan lindo, tan personal y tan cómodo”, afirma Ponce poco antes de salir del hotel para tomar su vuelo de conexión.

AFP