La gestión distante de Obama de otros asuntos, como el conflicto israelo-palestino y el de Siria, dejaron un gusto amargo, según expertos consultados en los cuatro puntos cardinales por la AFP.

Acuerdo nuclear con Irán, el triunfo de la diplomacia

El acuerdo firmado en julio de 2015 por Teherán y seis potencias (Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania) garantizando el carácter pacífico del programa nuclear iraní a cambio de un levantamiento de las sanciones internacionales figura, de manera indiscutible, entre los más importantes éxitos de Obama.

“El acuerdo sobre el (programa) nuclear iraní demostró que los estadounidenses mostraban un espíritu más responsable”, analiza Abas Abadi, un eminente reformista iraní.

El país más fuerte es aquel que avanza en sus ideas y logra convencer a los otros de su pertinencia. Es lo que Obama cumplió. Buscando alcanzar sus objetivos, se opuso a la guerra y se preocupó de proteger los intereses de otros países”,

considera.

En cambio, este acuerdo con la potencia chiita suscitó la ira y angustia de aliados tradicionales de Washington, Arabia Saudita e Israel los primeros, que se congratulan por la voluntad manifestada por Donald Trump de “romper” este acuerdo.

Cuba, un acercamiento histórico

Tras cinco décadas de antagonismo, la administración Obama comenzó a fines de 2014 un acercamiento histórico hacia Cuba, una apertura que “ha definido la herencia de Obama en América Latina”, subraya Michael Shifter, presidente del círculo de reflexión Diálogo Interamericano.

“Con esta iniciativa, arregló uno de los principales puntos de discordia entre Estados Unidos y América Latina desde hacía décadas”, asegura. “Este cambio de rumbo generó una gran simpatía hacia Obama en la región, en todo el espectro político”, añade.

La paz en Oriente Medio, inaccessible

Como tantos otros presidentes estadounidenses antes que él, Obama fracasó en relanzar el proceso de paz israelo-palestino. Sus relaciones con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu fueron execrables. Los palestinos, por su parte, se sintieron engañados.

“Obama es heredero de una calificación de cero en el dosier palestino. Debería devolver su premio Nobel puesto que no hizo nada por la paz en Oriente Medio”, a pesar de su discurso en El Cairo en 2009 donde prometió “una nueva era para los palestinos”, zanja Samir Abdulá, profesor en la universidad de Bir Zeit, en Cisjordania.

Para el profesor Shmuel Sandler, del Centro Israelí de Estudios Estratégicos Begin-Sadat, Obama “nunca logró inspirar confianza entre los israelíes”. “Apuntando a las colonias como el principal problema para relanzar las negociaciones de paz, no ha condenado suficientemente al terrorismo palestino según los israelíes”, acota.

Siria: el espectro de la “línea roja”

La prudencia de Obama respecto a la guerra en Siria, que ha provocado la peor tragedia humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial, figura para numerosos observadores como una mancha indeleble sobre su balance en la Casa Blanca.

“Para sus adversarios, así como para sus aliados, la decisión de no intervenir contra el régimen por haber franquedao la ‘línea roja’ (sobre el uso de armas químicas, en agosto de 2013) ha sido interpretada como una falta de firmeza”, subraya Noah Bonsey, del International Crisis Group. Para varios expertos, esa muestra de debilidad también permitió a Moscú meterse en la brecha.

Según él, la política de Obama respecto a Siria estuvo fundada en un error de juicio original: “la administración Obama se lanzó al apoyo de una revuelta popular que no tenía ninguna chance de triunfar sin una intervención militar”.

A pesar de todo, “es exagerado decir que Estados Unidos se mantuvo al margen del conflicto”, juzga, recordando la actuación de las tropas estadounidenses contra el grupo yihadista Estado Islámico (EI).

El giro hacia AsiaConvencido de que el liderazgo estadounidense se jugaba en Asia, Barack Obama erigió la región en su prioridad diplomática y economica para así contrarrestar la influencia de China. Con resultados moderados, según los observadores.

Para Yoshinobu Yamamoto, de la universidad japonesa de Niigata, uno de sus puntos fuertes fueron “sus esfuerzos para concluir el tratado de libre comercio Transpacífico (TPP)”. Negociado durante una década por Washington con once países de la región Asia-Pacífico -excluida China-, sin embargo, este acuerdo nunca fue ratificado por el Congreso estadounidense. Y Trump, quien ha prometido una sólida vuelta de tuerca proteccionista, cuenta con la retirada de Estados Unidos del TPP.

En el frente chino, Obama estableció un diálogo profundo con Pekín y logró avances, como el eje común Washington/Pekín en vistas del acuerdo de París sobre el clima (COP21), contribuyendo a su conclusión en diciembre de 2015.

“Las dos partes obtuvieron resultados sobre varios asuntos, desde el clima hasta el diálogo económico, pasando por la comunicación entre gobiernos y ejércitos”, destaca Qingguo Jia, profesor en la universidad de Pekín. Pero la cooperación entre los dos gigantes ha sufrido “una falta de confianza recíproca”.

China y Estados Unidos se enfrentan aún en varios litigios comerciales en el seno de la OMC, o por la militarización por parte de Pekín de unas islas en el mar de China meridional. Puntos de fricción sobre los cuales el nuevo presidente estadounidense prometió una gran firmeza.

Con AFP