El gigante exdirector del FBI, con una estatura de 2,07 metros, parecía más chico cuando recordó que las propuestas del presidente Trump –mientras Comey investigaba la presunta injerencia del gobierno ruso en las elecciones presidenciales de 2016– le habían parecido “perturbadoras y desconcertantes”.

Para la columnista Nicole Serratore, de The New York Times, la situación que vivió el funcionario mientras lideraba la oficina de investigación se puede comparar con la que experimentan muchas mujeres (y hombres) con los jefes acosadores, cuando el presidente Trump le ‘sugirió’ que no siguiera investigando al director de seguridad nacional del momento, Michael Flynn, y que le guardara “lealtad”: “Hubo ese aire de coerción sobre un empleado indefenso y que quiere evitar un contacto no deseado con el empleador que trata de obtener lo que quiere”, dice la autora de la columna.

Serratore afirma que en el caso de Comey, Trump acudió a sus tácticas de seducción que fueron ampliamente conocidas a raíz del audio filtrado de una conversación con el presentador Billy Bush, con frases como: “no puedo esperar, sino que tengo que besarlas”, “ellas no se pueden negar” y, la tristemente célebre “agárralas por la vagina”.

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La escritora dice que apenas siguió la audiencia de Comey ante el Senado, de inmediato detectó al exempleado que ha sido acosado por su jefe, como una vez que Trump invitó a Comey a una cena de último momento y el exdirector del FBI tuvo que cancelar una comida con su esposa por atender la invitación a su jefe. Para colmo, poco después de invitarlo, el mismo Trump le dijo: “Es una cena, los dos solos”.

Esa ocasión fue muy incómoda para Comey porque Trump le insistía que no investigara a Flynn y que le guardara lealtad, mientras que el funcionario trataba de sonar amable pero sin comprometer su palabra o hacer falsas promesas sobre favores al presidente: “Yo me quedé petrificado, no hablé ni cambié mi expresión facial durante el incómodo silencio que siguió (a la ‘sugerencia’)”, dijo Comey citado por la columnista.

Otra ocasión de acoso fue en una fiesta a la que Comey no se pudo negar a ir. Allí, dice la autora, el hombre trataba de “esconderse tras las cortinas”, cuando Trump lo abordó y lo forzó a darle un abrazo.

La columna hace un recuento de más situaciones incómodas que vivió el exfuncionario del FBI y cierra con este párrafo: “Las víctimas de acoso sexual a menudo tienen que enfrentar el escepticismo, las dudas y las acusaciones cuando cuentan su historia. Eso hace parte del poder del depredador. Pero estoy aquí para decirles a James Comey y a todos los hombres y mujeres que han padecido a manos de los depredadores que yo les creo”.

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