Los indígenas nasa de Gaitania, corregimiento ubicado en el municipio de Planadas, al sur del Tolima, construyeron trincheras y criaron una generación de huérfanos por la confrontación con las Farc, en julio de 1996 firmaron el acuerdo de paz con las Farc, tras 30 años de enfrentamiento.

Ovidio Paya, uno de los “mayores” de la comunidad, cuenta que antes de la negociación, los indígenas tenían unas autodefensas, a las que el Ejército armó para atacar a la guerrilla, y vivían en zozobra. Cuando firmaron el pacto con el comandante ‘Jerónimo’, del Frente 21 de las Farc, Paya asegura que todo cambió, aunque hubo uno que otro tropiezo.

“El acuerdo que hicimos prácticamente fue un ejemplo. Hoy el gobierno firma su acuerdo y nosotros tenemos 20 años de paz”, asegura Paya a la AFP.

“Si nos ha servido el de nosotros, ¿por qué no va a servir el del gobierno?”, dice este líder indígena, aunque admite que les preocupa “cómo será la concentración de la guerrilla” para su proceso de desarme, prevista en un área cercana al resguardo indígena.

“Hubiéramos desaparecido”

Una treintena de indígenas de Gaitania, una zona cafetalera donde surgieron las Farc en 1964, murieron en choques con esa guerrilla.

“Si no hubiéramos tomado esa decisión de firmar la paz, creo que hubiéramos desaparecido”, dice Humberto Pecupaque, al contar que desde que era niño hacía guardias nocturnas y dormía en el monte para evitar las emboscadas guerrilleras al poblado de San Pedro, donde aún vive.

Actualmente, la comunidad tiene unas 650 familias y ocupa más de 4.900 hectáreas.

De 48 años y concejal del municipio de Planadas, Pecupaque creció “huérfano de padre” por la violencia y recuerda cómo las viviendas del caserío estaban rodeadas de trincheras.

Cuando se negoció la paz con las Farc, integraba el cabildo indígena y le tocó la tarea de ir casa por casa a hablar con los vecinos para venderles las bondades del diálogo.

“Decían que la guerrilla no iba a cumplir, que quizás era para después cogernos y matarnos amarrados”, comenta Pecupaque. El apoyo de las viudas de los caídos en el conflicto fue clave para convencer a más gente.

La paz se firmó en 1996, pero los acercamientos comenzaron dos años antes, así que todo el proceso duró la mitad de lo que les tomó a las Farc y al gobierno de Santos alcanzar su acuerdo.

Paya y el entonces gobernador indígena Virgilio López se reunieron con el comandante ‘Jerónimo’ por primera vez en 1994, luego de que el guerrillero llegara a la zona y les propusiera encontrarse.

“Nosotros no estamos persiguiendo indígenas, los indígenas nos persiguen a nosotros, pero en ningún momento queremos enfrentarlos”, cuenta Paya que les dijo el jefe rebelde, a quien explicaron que el problema había surgido décadas atrás cuando el asesinato de una familia nasa por la guerrilla generó “sed de venganza”.

Un acuerdo de 10 puntos

Después hubo intentos de destituir a los negociadores, que incluso temían un atentado del Ejército. Pero en 1996 un hecho marcó la diferencia: las autodefensas indígenas mataron a unos guerrilleros e intentaron cobrar una recompensa que le habían ofrecido los militares. Como no les pagaron, se sintieron engañados y apoyaron el diálogo.

Se buscó el apoyo de autoridades locales, de la Iglesia, del Comité Internacional de la Cruz Roja, hubo más reuniones y se firmó un acuerdo de 10 puntos. Los más destacados, según Paya, eran el respeto a la vida de parte y parte, que los indígenas no debían estar armados, que la guerrilla no podía hacer campamentos en el territorio ni llevarse a los “muchachos a sus filas” y que no se pagaría “ninguna clase de impuesto a ningún grupo armado”.

La firma se celebró con chicha y aguardiente y, luego, llegó la paz. En momentos, sin embargo, “ha sido difícil” mantenerla y solo tres meses después del acuerdo hubo un primer malentendido por una supuesta carta amenazante de ‘Jerónimo’ que luego se determinó que había sido modificada por el Ejército, cuenta Paya.

Los pueblos indígenas en Colombia cuentan con reservas que ocupan 30 % del territorio. En total son 1,3 millones de personas, de las cuales unas 138.000 pertenecen a la etnia nasa.  

Sobre el pacto alcanzado en La Habana, los nasa recomiendan sostenerlo con comunicación y confianza. Además, Pecupaque asegura que para que haya una “verdadera paz” es necesario invertir en los territorios.

“Nosotros hemos avanzado”, dice, al contar cómo, aunque aún les faltan muchas cosas, en los últimos 20 años construyeron escuelas, polideportivos, la carretera e inauguraron el tendido eléctrico.

Por Lissy de Abreu – AFP

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