Este fue el momento:

Sin excentricidades ni lujos, los fuegos artificiales y la tecnología dieron paso a la imaginación, la música y la vasta cultura popular brasileña, cuando el gigante sudamericano vive una crisis económica y política sin precedentes.

Al conteo prosiguió la presentación del presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, y luego el cantante popular Gilberto Gil y Paulinho Da Viola entonaron el himno brasileño.

Luego, el histórico Maracaná se tiñó de verde, con continuos mensajes ecologistas y de protección del medioambiente.

“¡Terrícolas, reforestemos, salvemos el planeta!”, rezaban los creadores en su mensaje.

Se rindió también tributo a los indios que ocuparon Brasil antes de la llegada de los conquistadores y que hoy constituyen una minoría.

Se apagaron las luces y “Aquele Abraço”, del inigualable Gilberto Gil, interpretada por el compositor Luiz Melodia, estrujó las almas de los espectadores en un escenario histórico. Si la Amazonia es el pulmón de Brasil, el Maracaná es el latido de sus corazones.

La canción de Gil, símbolo de la lucha contra la dictadura militar en Brasil, acompañó el vídeo de introducción, en el que varias panorámicas mostraban cómo el deporte está integrado en el estilo de vida de Rio.

De la música al arte. De las leyendas de las partituras a los genios de la geometría, como Athos Bulcao. Por momentos, las ondas de Copacabana se trasladaron al estadio y el símbolo de la paz presidió el escenario, inspirado en las formas y curvas de Oscar Niemeyer, el maestro brasileño de la arquitectura moderna. Ecología, arte y pacifismo.

Retrocediendo en el tiempo, el espectáculo se centró en el nacimiento de la vida, con especial énfasis en la Amazonia, el mayor espacio verde del planeta.

El nacimiento de la humanidad y la cultura brasileña en un país hecho de inmigrantes de cada rincón del mundo, con una gran habilidad para absorber culturas e integrarlas en la suya, formando una mezcla perfecta.

La selva como ejemplo máximo de la vida… pero el país es mucho más. Edificios y ciudades cosmopolitas dentro del Maracaná. Elementos antagónicos y encadenados por la geometría.

Y en Brasil no hay fiesta sin “La Garota de Ipanema”, representada por una espectacular Gisele Bündchen, que desfiló prácticamente a oscuras hacia la imagen de Tom Jobim, padre de la bossa nova. Cuando se hizo la luz, su nieto, Daniel, apareció tocando tan representativa canción.

La ceremonia optó por romper esquemas y hacer de sus señas de identidad su arma más poderosa. Sin los medios económicos de Londres o Pekín, Rio optó por trasladar el Carnaval al Maracaná. Decidió cantar y bailar para entretener al mundo. No en vano, es la mejor haciendo fiestas al aire libre.

Pero celebrar no era suficiente. La organización quería transmitir un mensaje imperecedero. “Podemos contar con las herramientas que nos brinda la naturaleza para solucionar los problemas que hemos generado en el mundo”, afirmaban los creadores en el programa oficial.

Dicho y hecho. Cada atleta plantó una semilla de un árbol nativo de Brasil, el país del mundo con la mayor diversidad de árboles del mundo.

Las 11.000 semillas conformarán El Bosque de los Atletas, en Deodoro, un legado para la ciudad de Rio de Janeiro.

La ceremonia durará unas cuatro horas y será vista por televisión por unos 3.000 millones de personas.

Con información de AFP

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