Esta es una de las pruebas que más polémica ha generado en los Juegos Olímpicos de Río porque algunas de las competidoras son en “algún grado, diferentes biológicamente”, según lo señala el portal deportivo Runners World.

Tal es el caso de Caster Semenya, una sudafricana que saltó a la fama en el 2009, en los Mundiales de atletismo de Berlín, donde la deportista ganó con gran superioridad sobre sus rivales.

En esa ocasión se puso en duda su condición femenina y fue sometida a exámenes para tener claridad acerca de su género. Los resultados arrojaron que Semenya tiene DSD, un desorden a veces llamado como hiperandroginismo o  intersexualidad, que consiste en que su cuerpo produce atípicos niveles de testosterona para una mujer.

La Federación Internacional de Atletismo impidió a la sudafricana competir mientras abría realizaba la investigación y después de que se arrojaron los resultados, en 2011 estableció una norma sobre criterios para separar las categorías por sexos, obligando a quienes presentaban esta anomalía a reducir sus niveles de testosterona por debajo de un cierto límite.

A partir de ese momento, Semenya bajó su rendimiento y siguió su carrera como una atleta más. Sin embargo, su suerte cambió luego de que en 2015 el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) anuló la norma sobe la testosterona, luego de que la atleta india Dutee Chand, también intersexual, interpusiera una demanda.

Desde que Semenya y Chand compiten sin restricciones sus marcas en los 800 metros han sido deslumbrantes e incluso se habla de que probablemente en Río batan el récord mundial, que lleva 33 años en poder de Jarmila Kratochvilova (1:53.28). La meta está bastante cerca, el pasado 15 de julio la sudafricana logró su mejor marca a tan solo 5 milésimas del registro universal.

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