La revista estadounidense señaló que una exagente israelí contactó a una de las principales acusadoras, la actriz Rose McGowan, haciéndose pasar por una militante de los derechos de la mujer.

La mujer, empleada de una empresa privada de seguridad llamada Black Cube, grabó en secreto horas de conversaciones con la actriz, que estaba a punto de publicar sus memorias, tituladas ‘The Brave’, cuyo contenido preocupaba a Weinstein.

El autor del artículo, Ronan Farrow, que hace un mes publicó las primeras denuncias de violación en contra del productor, indicó que este “ejército de espías” fue desplegado desde por lo menos el otoño de 2016.

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Además de Black Cube, dirigida por exagentes de inteligencia israelí que cobró al menos 200.000 dólares por sus servicios, el productor contrató otra empresa similar, Kroll, que por ejemplo halló 11 fotos del productor con McGowan, después de la presunta agresión, para desacreditarla.

La agente que contactó a McGowan también contactó a periodistas que investigaban el caso, como Ben Wallace de New York Magazine para ver qué información tenía.

Weinstein y su equipo querían saber qué información manejaba la prensa y al mismo tiempo investigaban a los propios reporteros, indagando en su vida personal para tener material para contradecirlos, desacreditarlos o intimidarlos.

En el caso de Wallace, buscaron información sobre su exesposa. El periodista aseguró que nunca había experimentado tanta presión para interrumpir un artículo, que al final la revista decidió no publicar en enero de 2017 porque solo tenía fuentes anónimas.

Weinstein “personalmente monitorizaba el progreso de estas investigaciones”, usando inclusive a “exempleados de su estudio para conseguir nombres y hacer llamadas” que algunos sintieron “intimidatorias”, añadió el texto.

La revista cita docenas de documentos y a siete personas involucradas directamente en los esfuerzos del productor para evitar cualquier publicación en su contra.

Con AFP