Y entre más cara la comida, mayor la tasa de prescripción.

Así lo afirma la revista Time al reseñar una investigación publicada por la revista ‘Jama Internal Medicine’.

Para llegar a esta conclusión, los investigadores revisaron los datos del gobierno sobre pagos y las recetas que expedían los médicos para el caso específico de drogas para el corazón y un antidepresivo.

“Los resultados mostraron que, comparados con los doctores que no recibían comidas de las compañías farmacéuticas, los médicos que tenían comidas financiadas por ellas eran 1,8 veces más propensos a prescribir statin rosuvastitin, y 3,4 veces más propensos a prescribir la droga antidepresiva desvenlafaxine, 4,5 veces más propensos a prescribir la droga para la presión sanguínea olmesartam, y 5,4 veces más própensos a recetar la droga para la nebivolol”, dice Time.

La investigación fue hecha en Estados Unidos, pero no es difícil imaginar lo que ocurre en mercados más laxos con las estrategias de mercadeo de los laboratorios, como Colombia.

Aquí, a pesar de los rigurosos códigos de ética, en particular el de la Asociación Nacional de Empresarios (Andi) para la industria médica, las invitaciones a comer son una práctica menor, comparada con otras, como la educación continuada, tanto que expertos aseguran que la actualización de los médicos está en manos de las farmacéuticas, y aquellos lo consideran normal.

Viajes a congresos a nivel nacional e internacional, a sitios por lo general relacionados con vacaciones y descanso, forman parte de la mayoría de las agendas de los médicos, independientemente de su especialidad.

El asunto es tan serio que los mismos médicos propusieron elevar a rango constitucional la prohibición a estas dádivas y prebendas, y quedó consignado en la Ley Estatutaria de Salud, de febrero de 2015, así como en la Sentencia C313 de la Corte Constitucional, que elevó a rango constitucional el derecho a la salud.

Estas normas preveían que los médicos mismos se autorregularan, pero eso no ha ocurrido.

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