Los fenómenos climáticos, la poca innovación gremial y comercial y la falta del  apoyo empresarial son algunos de los males que aquejan a los caficultores colombianos, pero la búsqueda de nuevas oportunidades en un territorio más comercial está llevando a los campesinos a una crisis.

Para Jorge Julián Santos, representante de Santander, la gente se ha ido por las comodidades de la ciudad y la tecnología. Aunque el trabajo es escaso en la zona urbana, a la gente le gusta vivir en la ciudad.

Las zonas donde la escasez se observa con más fuerza es en la emblemática zona cafetera: Caldas, Quindío, Risaralda, Antioquia y norte del Valle y Tolima.

De acuerdo con Roberto Vélez, gerente general de la Federación Nacional de Cafeteros, el sector requiere a más de 60.000 trabajadores para dar abasto con una producción de 7 millones de sacos.

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Según el Censo Nacional Agropecuario, en 2005 el 54,2 % de los hogares rurales tenía niños menores de 15 años, y para hoy es apenas del 50 %, pero la presencia de adultos mayores pasó del 30 % al 40 %.

Esta migración está afectando la mano de obra, con una población adulta tan alta y la poca presencia de jóvenes en las fincas cafeteras el relevo generacional está terminado.

Aunque la búsqueda de oportunidades es el motor de la gran mayoría de las migraciones, el éxito de la caficultura colombiana en los años setenta y ochenta les permitió a las familias educar a sus hijos, quienes se dedicaron a otros trabajos dejando de lado el trabajo del campo.

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